miércoles, 27 de agosto de 2008

Philip Townsend - Fotógrafo del Swinging London

Mods en Portobello

Philip Townsend fue una de esas personas que estuvo en el lugar adecuado en el momento preciso, y además lo supo aprovechar. Como fotógrafo no destaca especialmente en ningún aspecto, variando su estilo poco a lo largo de la década de los sesenta, buenas composiciones y sentido de la oportunidad y el momento (Siendo reduccionistas la fotografía no es mucho más que eso).

Empezo trabajando en la costa azul retratando a la beutiful people, pero lo que le dio fama fue su relación con los Beatles y los Stones, sobre todo con estos últimos, a los que siguió permanentemente durante un tiempo.

Sheila Mumby, arrebatadora

Hace un par de años tuvo lugar una exposición llamada "Sorry you missed the sixties" donde se recogían una selección de imágenes tomadas en el Londres de mediados de los sesenta, donde se alternaban personajes célebres de la época con imágenes de gente anónima relacionada con el mundo de la música o la moda.

En esta página parecen recogerse las exposiciones de Mr. Townsend, y en su web se encuentra una amplia selección de su trabajo.

martes, 26 de agosto de 2008

La música en la posmodernidad


Dándome una vuelta por los fotologs de amiguetes y conocidos veo que uno de ellos se queja de lo insoportable que resulta oir, y digo bien, el tema Merci a todas horas y por todas partes. Surgían detractores del mismo en los comentarios por considerarlo un simple pastiche, que lo es y en mi opinión bastante bueno. También surgían defensores alegando que no todo lo popular tiene que ser por definición malo. Pero esta no es la cuestión.

La música es una creación cultural humana, sometida en estos tiempos, no siempre ha sido así, al mercantilismo en la mayoría de sus manifestaciones. Por tanto podríamos encontrarnos en un primer nivel con que la música se hace por negocio, como una forma de ganar dinero. Sin embargo, desde el surgimiento de la música popular a mediados de los cincuenta el mercantilismo ha estado indisolublemente unido a ella, por lo que no nos serviría como criterio discriminador. Sí nos podría valer el hecho de que aunque siempre se ha hecho música popular para ganar dinero, hubo un periodo en que el negocio surgía en base a factores artísticos. Quiero decir que no es casual que antes de que la industria musical se convirtiera en un monstruo gigantesco, la mayoría de grupos conocidos y rentables, fueran además artísticamente excepcionales.

Sin embargo esto cambia en un momento determinado. El cuando me resulta críptico, ¿principios de los ochenta quizá? ¿depende de la zona?¿Ocurre por igual en todas las corrientes musicales?. Esas preguntas os las dejo a vosotros, y me permito dar un salto al momento actual, que esto es un post no un ensayo de mil páginas.

La música popular actual es posmoderna casi en su totalidad. Posmoderna en el sentido filosófico del termino. Es una música cuya efectividad no se basa en su calidad, que puede tenerla en algunos casos, no es esa la discusión, sino en la repetición a través de los medios. Antes se hacía publicidad de la música, ahora la propia música se ha convertido en publicidad en si misma. Su cometido es repetirse hasta alcanzar el status de mantra, para así pasar a formar parte del imaginario colectivo. La repetición no es sólo de un tema en concreto, se radía la misma canción con distintas formas, sin que nadie parezca importarle.

Los productos musicales actuales, que son eso, tanto como las hamburguesas, no pretenden desarrollarse en el tiempo. ¿Cuantos grupos, solistas de éxito sacan un tercer trabajo?. Su función es obtener el máximo beneficio en el menor espacio de tiempo con los menores costes posibles. Puro neoliberalismo musical. La música es una exageración constante, se encumbra a productos hasta el exceso y se les relega al olvido aún más rápido. El resultado es un devenir constante de pseudoestilos, e tendencias efímeras que ocupan el tiempo del público antes de que a este le de tiempo a reaccionar.

El producto musical carece de referentes, de fondo, de sustancia. No me refiero a que por obligación la música tenga que tener algún tipo de mensaje explicito, no es eso, si no más bien a que la música signifique algo por si misma, sea este significado profundo o intrascendente. Esta idea admito que es difícil de desarrollar, por eso me valdré del ejemplo arrollador: No es lo mismo Bobby Womack que esta rubita de la que hablabamos antes. Esto es, la música surgía de un contexto, de un momento determinado, significaba algo en referencia a la realidad, estaba en consonancia de una u otra forma con una tradición artística que le precedía y daría a su vez una nueva evolución. El producto espectáculo de ahora surge de forma artificial, y adquiere elementos de otras corrientes creando un sincretismo repugnante e incoherente.

No estoy haciendo con esto una reivindicación acrítica del pasado. No se trata de que cualquier tiempo pasado sea mejor, idea triste como poco. Simplemente existe una evolución cronológica negativa. Los grupos musicales de interés siguen surgiendo, la diferencia es que ahora son o bien completamente ignorados o absorbidos y desnaturalizados.

Pero ¿y el público?. En consonancia con las circunstancias. Poneos en la situación de conocer a alguien, por ejemplo en un trabajo, y que a la pregunta de ¿Qué música te gusta?, responde: A mi toda. Toda, exactamente, ninguna. Yo pensé que mentían, y que ocultaban su falta de conocimiento en este ámbito con una exageración. Pero no, realmente les da igual más allá de unas ligeras caracterizaciones, que coinciden con los estantes de los centros comerciales, en el que el "pop-rock" es el máximo exponente de la nada y el todo. No existe evolución ni aprendizaje, no se empieza por algo y se bucea cada vez más profundo, ya que no existen los referentes ni los significados, más allá de imitaciones de segunda o tópicos superficiales. Este verano hemos asistido a la culminación del despropósito musical en un festival como el Rock in Rio, en el que los asistantes celebraban tanto su masividad como la imposible mezcla de estilos en su cartel.

Contrariamente a el cinismo general creo que no está todo perdido, siempre crece algo en las grietas de las rocas. ¿Cómo es posible que pese a la masividad, insistencia, repetición del aparato de sonido unitario aun quede gente que sea inmune a este virus? No lo sé, pero conozco infinidad de personas, inscritas en diversas escenas y contraculturas al margen de la corriente mayoritaria, que siguen disfrutando de la música viva y real. Gente que va a conciertos en bares pequeños a ver a grupos desconocidos, que bailan discos antiguos no como un acto nostálgico, si no como una celebración presente de la vigencia de esos sonidos, que escuchan la vanguardia, lo más nuevo, buscando sensaciones diferentes a las habituales, o simplemente que cometen el estupendo crimen de gastarse medio sueldo en un vinilo. No pongo ejemplos, cada uno tendremos los nuestros, tan diferentes y la vez tan parecidos.

martes, 19 de agosto de 2008

La Soledad del corredor de fondo

La Soledad del corredor de fondo, The loneliness of the long distance runner, es un excelente título que da nombre a una película de Tony Richardson rodada en 1962. La película no desmerece al título.

Hubo un tiempo en que unos jóvenes ingleses, hartos de la espesa capa de polvo en la que estaba sumida la Gran Bretaña de posguerra, decidieron que era hora de dar una palmada sobre la mesa, y sobresaltar con ella a los mortecinos señores que dormitaban en apolillados sillones victorianos. Los Angry Young Men, así los denominaron, muy escueta y acertadamente, retrataron con sus novelas y dramas el país que, aun ganando la Segunda Guerra Mundial, era el cadáver de un imperio en progresiva decadencia. Allan Sillitoe fue uno de estos tipos hartos de un orden tan centenario como injusto, y escribió este relato (1958) que unos años después transformaría en guión cinematográfico.

La Soledad del corredor de fondo trata sobre un chaval de clase obrera que vive en el Nottingham de principios de los sesenta (se puede no ser working class en Nottingham?) y que acaba en un reformatorio por haber robado unas cuantas libras en una panadería. La película no es un drama lacrimógeno ni moralista, pero tampoco un simple retrato naturalista, toma partido, y se pone del lado de los que no nacieron con una cuchara de plata en su boca.

Tom Courtenay (Billy Liar, A Dandy in Aspic), el actor que interpreta a Colin, el antiheroe de la cinta, crea un personaje de verdad, esto es, con todos los matices y caras que tienen las personas interesantes y vivas (hay personas con las que nos cruzamos a diario que están muertas y ni lo saben).

Esta película tiene decenas de momentos, de escenas, que parecen grabados desde detrás de una puerta, captura a gente a la que conocemos y nos muestra las ambivalencias de las que todos somos partícipes. Colin, desde la institución que pretende adaptarle a la vía de único sentido, va recordando una linealidad de situaciones, desde una escapada a la playa a el día en que murió su padre. Los detalles, esos pequeños gestos de la historia que dicen mucho más que un tratado o un panfleto. El ansia del director de la cárcel por ganar la carrera contra el colegio privado, las damas de alta sociedad que visitan la institución a la que amablemente donan sus migajas, mientras que contemplan a los chicos trabajar en el taller, como nosotros miramos a los monos en el zoo.

Es curioso pero no se me ocurren ejemplos de este free cinema en España (si se os ocurren no dudéis en decirlo). Lo que quiero decir es que si esta película la hubiéramos rodado aquí nos hubiera salido una canción de Reincidentes, y no, por ejemplo, Dead End Street, de los Kinks.

Por últimos, esta película sirve para hacer un experimento social. Si cuando la veáis vuestros acompañantes reaccionan decepcionados o confusos ante el final, es hora de que os busquéis otra compañía.

martes, 12 de agosto de 2008

Bukowsky y los derechos de autor

No soy un experto en historia del derecho, pero me imagino que las leyes acerca de los derechos de autor surgieron por un par de necesidades, reconocer a los creadores su obra y proporcionarles una forma de sustento. Años después los derechos de autor se han convertido en una fuente de ingresos indecente, no tanto para los autores como para los que los gestionan, así como en un freno a la distribución cultural.

No voy a escribir más acerca de esto. Internet está lleno de artículos tanto a favor del copyight como del copyleft y derivados, la mayoría bastante estúpidos y prescindibles. En una sociedad capitalista, donde todo y todos somos mercancía, la cultura también lo es, y es absurdo confundir deseos con realidades.

La cuestión es que hace unos meses escribí un post sobre Bukowski, donde utilizaba una foto para ilustrarlo donde se veía al escritor acompañado de una mujer. En la página de donde tomé la foto (la cual soy incapaz de encontrar ahora) atribuían la imagen a un tal Ulvis Alberts, y la titulaban: "Bukowsky and transvestite". El caso es que la foto me sirvió para escribir unas líneas acerca de una imagen verdadera, cruda, marginal, potente, desasosegante y a la vez conmovedora, en contraste con el brillo bovino que encontramos hoy por todas partes. En principio fin de la historia.

Hasta hoy, donde recibo varios correos, en graduación de la advertencia semisimpática a la amenaza legal, donde tanto la autora de la foto como una señora que pasaba por allí, me exigen la retirada inmediata de la imagen, además de reclamarme una cantidad de 3000 euros y poco más que llevarme al TPI junto a Karadzic.

Hubiera comprendido un correo donde se me advirtiera de que la foto que utilizaba tenía una autoría compartida, y que se me explicara que el presunto travesti era una mujer (este punto de la narración es chungo, lo sé), lo que no entiendo es la exagerada necesidad de andar pidiendo dinero, amenazando con abogados y asociaciones de fotoperiodistas.

Esto es un blog, más concretamente un puto blog de tres al cuarto con una audiencia limitadísima. Y lo más importante, lo escribo por que me da la gana, ni me pagan por ello ni obtengo ningún ingreso por su publicación. Lo .cual no quita para que suela contrastar la información cuando la uso, citar las fuentes y a menudo los autores de las fotos, no tanto por que lo diga una ley sino por educación y reconocimiento. La única misión de los derechos de autor frente a un blog sin ánimo de lucro y donde se cita a los autores es la recaudación pura y dura. Cosa por otra parte poco inteligente, ya que juzgar por los resultados que arrojaba google, este blog si había contribuido a la difusión de la imágen y del autor (en este caso sólo la mitad del autor).

He retirado la imagen y el post, porque aunque probablemente las amenazas fueran bravuconadas legales, cuanto más lejos se esté de tipos con toga y puñetas mejor.

Historias kafkianas para canículas nocturnas.