martes, 26 de agosto de 2008

La música en la posmodernidad


Dándome una vuelta por los fotologs de amiguetes y conocidos veo que uno de ellos se queja de lo insoportable que resulta oir, y digo bien, el tema Merci a todas horas y por todas partes. Surgían detractores del mismo en los comentarios por considerarlo un simple pastiche, que lo es y en mi opinión bastante bueno. También surgían defensores alegando que no todo lo popular tiene que ser por definición malo. Pero esta no es la cuestión.

La música es una creación cultural humana, sometida en estos tiempos, no siempre ha sido así, al mercantilismo en la mayoría de sus manifestaciones. Por tanto podríamos encontrarnos en un primer nivel con que la música se hace por negocio, como una forma de ganar dinero. Sin embargo, desde el surgimiento de la música popular a mediados de los cincuenta el mercantilismo ha estado indisolublemente unido a ella, por lo que no nos serviría como criterio discriminador. Sí nos podría valer el hecho de que aunque siempre se ha hecho música popular para ganar dinero, hubo un periodo en que el negocio surgía en base a factores artísticos. Quiero decir que no es casual que antes de que la industria musical se convirtiera en un monstruo gigantesco, la mayoría de grupos conocidos y rentables, fueran además artísticamente excepcionales.

Sin embargo esto cambia en un momento determinado. El cuando me resulta críptico, ¿principios de los ochenta quizá? ¿depende de la zona?¿Ocurre por igual en todas las corrientes musicales?. Esas preguntas os las dejo a vosotros, y me permito dar un salto al momento actual, que esto es un post no un ensayo de mil páginas.

La música popular actual es posmoderna casi en su totalidad. Posmoderna en el sentido filosófico del termino. Es una música cuya efectividad no se basa en su calidad, que puede tenerla en algunos casos, no es esa la discusión, sino en la repetición a través de los medios. Antes se hacía publicidad de la música, ahora la propia música se ha convertido en publicidad en si misma. Su cometido es repetirse hasta alcanzar el status de mantra, para así pasar a formar parte del imaginario colectivo. La repetición no es sólo de un tema en concreto, se radía la misma canción con distintas formas, sin que nadie parezca importarle.

Los productos musicales actuales, que son eso, tanto como las hamburguesas, no pretenden desarrollarse en el tiempo. ¿Cuantos grupos, solistas de éxito sacan un tercer trabajo?. Su función es obtener el máximo beneficio en el menor espacio de tiempo con los menores costes posibles. Puro neoliberalismo musical. La música es una exageración constante, se encumbra a productos hasta el exceso y se les relega al olvido aún más rápido. El resultado es un devenir constante de pseudoestilos, e tendencias efímeras que ocupan el tiempo del público antes de que a este le de tiempo a reaccionar.

El producto musical carece de referentes, de fondo, de sustancia. No me refiero a que por obligación la música tenga que tener algún tipo de mensaje explicito, no es eso, si no más bien a que la música signifique algo por si misma, sea este significado profundo o intrascendente. Esta idea admito que es difícil de desarrollar, por eso me valdré del ejemplo arrollador: No es lo mismo Bobby Womack que esta rubita de la que hablabamos antes. Esto es, la música surgía de un contexto, de un momento determinado, significaba algo en referencia a la realidad, estaba en consonancia de una u otra forma con una tradición artística que le precedía y daría a su vez una nueva evolución. El producto espectáculo de ahora surge de forma artificial, y adquiere elementos de otras corrientes creando un sincretismo repugnante e incoherente.

No estoy haciendo con esto una reivindicación acrítica del pasado. No se trata de que cualquier tiempo pasado sea mejor, idea triste como poco. Simplemente existe una evolución cronológica negativa. Los grupos musicales de interés siguen surgiendo, la diferencia es que ahora son o bien completamente ignorados o absorbidos y desnaturalizados.

Pero ¿y el público?. En consonancia con las circunstancias. Poneos en la situación de conocer a alguien, por ejemplo en un trabajo, y que a la pregunta de ¿Qué música te gusta?, responde: A mi toda. Toda, exactamente, ninguna. Yo pensé que mentían, y que ocultaban su falta de conocimiento en este ámbito con una exageración. Pero no, realmente les da igual más allá de unas ligeras caracterizaciones, que coinciden con los estantes de los centros comerciales, en el que el "pop-rock" es el máximo exponente de la nada y el todo. No existe evolución ni aprendizaje, no se empieza por algo y se bucea cada vez más profundo, ya que no existen los referentes ni los significados, más allá de imitaciones de segunda o tópicos superficiales. Este verano hemos asistido a la culminación del despropósito musical en un festival como el Rock in Rio, en el que los asistantes celebraban tanto su masividad como la imposible mezcla de estilos en su cartel.

Contrariamente a el cinismo general creo que no está todo perdido, siempre crece algo en las grietas de las rocas. ¿Cómo es posible que pese a la masividad, insistencia, repetición del aparato de sonido unitario aun quede gente que sea inmune a este virus? No lo sé, pero conozco infinidad de personas, inscritas en diversas escenas y contraculturas al margen de la corriente mayoritaria, que siguen disfrutando de la música viva y real. Gente que va a conciertos en bares pequeños a ver a grupos desconocidos, que bailan discos antiguos no como un acto nostálgico, si no como una celebración presente de la vigencia de esos sonidos, que escuchan la vanguardia, lo más nuevo, buscando sensaciones diferentes a las habituales, o simplemente que cometen el estupendo crimen de gastarse medio sueldo en un vinilo. No pongo ejemplos, cada uno tendremos los nuestros, tan diferentes y la vez tan parecidos.

5 comentarios:

El Hombre Blanco dijo...

Completamente de acuerdo con tu exhaustivo análisis… un examen en el que, si en lugar de música, escribes literatura, pintura, cine, teatro o cualquier otra forma de expresión artística, el resultado sería muy parecido; y, si me apuras, también metería en el saco a la alimentación: hoy en día todo debe ser rápido, cambiante, angustiosamente voluble… superficial.
Un saludo

Daniel Bernabé dijo...

Sí, la falta de pasado y futuro no sólo se circunscribe a la música, afecta a casi todo. Casi treinta años después de los Deluze y Lyotard, te das cuenta que más que describir o analizar lo que estaban haciendo era sentar las bases ideológicas para los tiempos que nos han tocado vivir.

Ángel Gasóleo dijo...

Totalmente de acuerdo pero, también, he de decir que en el fondo algunos sentimos cierto gusto por lo diferente y por ello nunca estaremos de acuerdo con lo que esté de moda -sea bueno o malo-. Hace cerca de una década, rockero, pensaba que me hubiera gustado haber vivido los sesenta o setenta, que me habría integrado mejor con aquella juventud que con la que me había tocado vivir. Ahora sé que no, que seguramente entonces hubiera elegido otros caminos, buscado otras formas de expresión, y que habría sentido lo mismo. Gusto por ir contracorriente.

Un saludo

Daniel Bernabé dijo...

Sí, eso sí, al menos nos quedan nuestros códigos secretos indescifrables por el mainstream.

Ángel, tengo pendiente ecribirte un mail, a ver si podemos quedar un día de estos. Saludos!

Clara Torres dijo...

Re bien !!!