miércoles, 25 de marzo de 2009

El Gol


Me estuve preparando mentalmente los días previos. Era la semana cultural en mi colegio y entre las múltiples actividades que iban a sucederse, plantar árboles, hacer murales, la exhibición de los bomberos, estaba la ineludible liguilla de fútbol entre los cursos. Yo era un pésimo deportista, ahora ni pésimo, hace años que no ejerzo, y me toco hacer un equipo con los elementos más marginales socialmente de mi clase. No me importó, sabía que lugar ocupaba, y lejos de incomodarme me sentía parte de algo.

Unos tres días antes del campeonato, no recuerdo muy bien como, los mejores peloteros de la clase me hicieron un hueco en su equipo. No sé como pasó pero pasó. Sabía que esto significaba traicionar al equipo outsider del que formaba parte, pero no me lo pensé ni un minuto y accedí ante tal oportunidad. Fue una traición vergonzosa, pero necesitaba impresionar a una chica rubia de diez años que ese curso se iba del colegio.

Llegó la tarde de los partidos, casi no pude ni comer de los nervios. Me acuerdo de todos los detalles: el calor de Mayo, la camiseta roja que compramos en una tienda de deportes, el asfalto cuarteado y caliente de la pista donde íbamos a disputar el encuentro. Y allí estaba, de defensa en un equipo de siete esperando el pitido del profesor de gimnasia.

No llevaríamos ni cinco minutos y el portero me pasó el balón. Según la pelota giraba hacia mi notaba la responsabilidad de por lo menos no hacer el ridículo. Cuando tenía el balón en los pies un depredador de ojos intensamente azules, llamado David, vino hacía mí. Intente proteger la bola girándome, pero fue inútil. Me arrebató la pelota en la esquina del área, me tiró al suelo y marcó ante un portero indefenso.

Recuerdo las miradas de mis compañeros, las risas del otro equipo, incluso de mi profesora que hasta ese momento nos animaba desde un lateral. A ella no la recuerdo, no quise ni mirarla. Me cambiaron al instante, carne de cañón, basura futbolística, excrecencia social.

Juré no volver a jugar al fútbol nunca.

Años después, en el instituto, donde vas dejando los problemas de la infancia para encarar otros igual de complejos pero más primarios, tetas y culos, estaba jugando de nuevo al fútbol, esta vez como entretenimiento, en la clase de educación física, regalo que el profe nos hacía si no le habíamos jodido mucho la hora de patio.

Estaba hablando desde la linea defensiva con un amiguete, sobre videojuegos o algo así, cuando de improvisto un rechace mandó el balón hacía nuestra zona. Según llegó, cual aprendiz de Clemente, lo golpeé con todas mis fuerzas.

Se cerró un círculo, noté que me había llegado la indemnización. Era como si mi solicitud se hubiera quedado entre un montón de papeles celestiales, y algún funcionario divino la hubiera dado salida mucho después de lo esperado.

La pelota voló como una bomba V2, como un peñasco lanzado por una catapulta, recorrió casi todo el campo y entró como un estilete por la escuadra derecha. Una entre un millón y me había tocado a mi. Ese día salí a hombros del campo, más por parodia que por otra cosa, a hombros de mis amigos, los raros, los roleros, los adictos al cómic y a las figuritas bélicas.

Pero ella ya no estaba, hacía años que había desaparecido.

Ni falta que hacía.

martes, 24 de marzo de 2009

We are the mods, por E.E. Cassidy


El pasado 11 de Marzo se estrenó, por fin, la película We are the mods, dirigida por E. E. Cassidy en el Florida International Film Festival. Esta cinta, una producción independiente que comenzó a gestarse en el 2005, ha sido filmada en L.A. en apenas 21 días.

La historia gira en torno a una joven fotógrafa, Sadie, que se ve imbuida en los círculos modernistas de la mayor ciudad de California, donde conoce a Nico, una modette que padece una discapacidad y cuyo lema es: "No seas una víctima, nunca parezcas una víctima".

La cinta parece mezclar algunos temas recurrentes en las historias post-adolescentes (drogas, subculturas juveniles, desorientación personal) con el tema de la homosexualidad femenina en un espacio eminentemente masculino como es lo mod. Parece, ya que evidentemente no he podido ver la película.

Esta producción, deudora en el homenaje argumental a Blow-up, cuenta al menos con el conocimiento de Cassidy de la escena mod de Los Ángeles, de la cual parece que formó parte desde mitad de los noventa. La duda que me queda es que si más allá de banda sonora y estética, lo mod aparece como un simple decorado (algunos maledicentes dirán que siempre es un decorado), o tendrá alguna importancia mayor. En algunos clips anteriores de Cassidy se puede apreciar una visualización a lo Michele Gondry, look Swinging London y según él un aprecio por Godard y Klein.

Habrá que estar atento por si cayera en algún festival de ámbito nacional, cosa difícil. Otra opción sería optar por la autodistribución y hacer una pase conjunto con la también norteamericana y reciente Young Bird´s Fly.

lunes, 23 de marzo de 2009

London - Noonday Underground


Tengo un problema habitual, y es la cantidad de música que voy dejando olvidada por cualquier parte. Polvorientos cd´s y megas en oscuras carpetas. La mayoría lo merece, si está olvidada es porque casi seguro que en el fondo no me acabó de convencer.

Aun así hay veces que por casualidad me encuentro con discos que hacía años que no escuchaba, y que en su momento los saque brillo de tanto girarlos. Uno de estos discos es Self Assembly el primer trabajo de Noonday Underground.

Este proyecto, de nombre tan Tom Wolfe, es la creación de Simon Dine, ex- adventures in stereo. y productor de los últimos discos de Paul Weller . Setanta Records, sello de los tremendos Divine Comedy, lanzó el primer artefacto sonoro de este curioso combo a comienzos de siglo, año 2000, captando la atención de los sectores más abiertos de la música mod-erna.

La otra parte de la pareja era Daisy Martey, que en este single, London, me recuerda ineludiblemente a Julie Driscoll. Este tema es el mejor del disco, con video grabado en un club de northern soul de la capital británica, escena que no le era ajena a Dine.

La mayor debilidad de este trabajo es precisamente su marca de la casa, el sampler. Supongo que para oyentes más avezados en los sonidos más contemporaneos del pop esto será más o menos normal, pero a mi este exceso de artificialidad me acaba cansando. Sí creo, por contra, que este disco merece la pena: toques northern, repetición lisérgica, voces profundamente soul, sonidos orientalizantes, swinging london del 2000. Aquí la mezcla si funciona, porque se hace con criterio, y sobre todo porque sigue una línea argumental lógica.

Noonday Underground continúa hoy vivo, pero no me preguntéis porque desconozco su posterior evolución, más allá de Surface Noise (2002), más west-coast y con intervención del modfather en uno de los temas.

miércoles, 18 de marzo de 2009

100 entradas

Hoy estamos de conmemoración en La Aurora Moderna, tratado de navegación del absurdo cotidiano. Hemos llegado, por fin a la entrada número 100, y eso merece una celebración, al menos para alguien tan inconstante como yo.

Estoy seguro que las miríadas de lectores que arrastramos detrás (esta redacción es unipersonal, pero me siento más arropado si hablo en plural) están brincando y danzando, al menos en sus corazones. Muchos de ellos, ya previsores, me escribieron cartas felecitándome por tan gozoso evento. Sí, han leído bien, cartas. Nuestros lectores son tan elegantes que prescinden de la abyecta tecnología y siguen utilizando el correo analógico.

Juan Pedro, de Alcorcón, trabaja en una fábrica de tapones para botellas y nos cuenta emocionado que se identificó plenamente con la entrada sobre Umbral, no tanto por su bagaje literario, que reconoce nulo, si no por la foto que acompaña al texto. Al parecer baja al parque de al lado de su casa de la misma guisa que el fallecido escritor, Se queja de que los vecinos no le hablan.

Conchita, de Almansa, me escribe azorada solicitándome que le haga un hijo. Según ella la simpleza de la entrada sobre el constructivismo la cautivó. Amiga, no suelo utilizar la cosa internetera para ampliar mis horizontes amatorios, y además según me cuenta, tiene usted 72 años, con lo que veo difícil la procreación.

El Sr. Jurado, de Olot, me manda una misiva amenazante, donde expresa su descontento en unas catorce páginas. Las primeras trece son la repetición de la palabra "hijoputa" de su puño y letra, en la última dice que a él sí le gustó El Orfanato.

La ASCRT, Asociación Segoviana para un Consumo Responsable de Televisión, me invita a su cena anual. Mi crítica destructiva sobre Supermodelo 2007, fenecido espacio televisivo, colmó sus expectativas de mala leche por párrafo. Gracias amigos, en el fondo es todo pose, admito que a mí también me gusta la telebasura, eso sí, previo detournement personal.

Mandy Musgrave, 20 años, de Chicago, Illinois me secunda en el aprecio hacía Bill Murray, actor fetiche escritor de este blog. Me cuenta además que fue animadora en su High School y que ahora es modelo de lencería. No dice nada sobre hijos.

Desde Elbasán, Albania, Namik Ceka me pregunta sobre que fue del cura volador brasileño. Desconocemos el destino final de tan insigne vanguardista aéreo, si alguien lo sabe algo que me lo haga saber a mi también.

Un tal N.S. desde París, nos increpa a propósito de la entrada sobre el documental de Mayo del 68 de Klein. Dice que se me ven las trazas y que soy un rojo desconsiderado. Sarkozy, bribón, te hemos descubierto, haz comunal a Carla y entonces te diremos aquello de "todos somos contingentes pero tu eres necesario".

El propio Matías en persona nos felicita por el perfil que realizamos de su ínclita persona. Gracias, le contestamos con entusiasmo desde aquí, escribiendo en mangas de camisa y con nuestra mejor sonrisa, hacemos lo que podemos.

El Frente Armado de Libreros Especializados, me propone engrosar sus filas. Mi experiencia de la Feria del Libro les iluminó. Chicos, dejadme que me lo piense, pero he de avisaros que mi compromiso es nulo y soy un hedonista irreductible, quizás no acabemos de llevarnos bien.

Por último recibo una carta de María Isabel, la niña prodigio venida a menos. Se queja de lo duro que soy con la música ligera. María Isabel, guapa, con la música ligera sí, pero tu eras vanguardia, eras modernidad, eras gloria. Antes muerta que sencilla es nuestro lema de cabecera, lo llevamos tatuado en nuestros cuerpos para que no se nos olvide nunca. Queremos que vuelvas y nos transmitas tu mensaje.

Y ahora en serio, gracias a los lectores eventuales de este artefacto, y un abrazo a los que han comentado alguna vez.

Salud, nos vemos un día de estos.


lunes, 16 de marzo de 2009

Alta Fidelidad - Nick Hornby


¿La vida de las personas tiene una frontera, que delimita el punto donde dejan de ocurrir cosas?, y si es así, ¿dónde se sitúa?.

Este libro, ya clásico moderno, se había cruzado varías veces en mi trayecto pero nunca había acabado de hincarle el diente. Hace unos días lo terminé, y es uno de los casos donde la fama que lo precede está justificada. Me sorprendió ya que no lo esperaba tan emocionalmente intenso.

Marcando fronteras, trazando líneas, delimitando opciones y haciendo listas de discos. Esa es la vida del Rob Fleming, pasada la mitad de la treintena, mirando hacia atrás, más que con ira con incomprensión.

La novela pinta rayas de tiza en el suelo, donde nosotros nos situamos, seguros de la posición que ocupamos, aunque en algunos casos no tanto de que debiéramos estar ahí:

- 1ª Raya: Hay dos clases de personas. Una de ellas son los que se crean un auténtico bagaje personal en referencia a los discos, libros y películas que han disfrutado / sufrido. Para nosotros poner un disco no es un acto de mero entretenimiento, es completar una parte del autorretrato, definirte frente al borroso constante del resto. El Resto, sí, los que dicen gustar de toda la música, es decir, de ninguna. No os extrañéis si os condenamos por vuestra insípida y previsible colección de AOR.

-2ªRaya: Lo que nos ofrecían nos daba igual. No es que no nos guste vivir bien, es que sencillamente el precio a pagar es demasiado alto. Estamos condenados a no entender a quien sacrifica su vida para tener un adosado. La carrera profesional es un invento para tenernos corriendo detrás de la zanahoria hasta que se nos acaben las fuerzas.

-3ªRaya: Las relaciones humanas son incomprensibles. Pero hasta desde el punto de vista de uno mismo. Cómo es posible poner todo tu empeño en vivir junto a alguien para luego acabar dinamitándolo todo, arrasando los pocos momentos bonitos que de verdad surgen en la vida. No lo sé, podríamos seguir adelante, tener hijos y una foto con marco plateado en la mesa, podríamos ser felices. Pero elegimos la táctica de la tierra quemada, aunque nos queme también a nosotros.

-4ªRaya: Queremos a nuestros padres, incluso sentimos respeto personal por su vida, pero nos asusta ser como ellos.

-5ªRaya: Inacción. ¿De donde diablos sacan los demás la energía, el tiempo y las ganas para hacer tantas cosas?. Conocemos remedios artificiales para dotar de electricidad a nuestro cuerpo, pero las solemos utilizar por la noche mientras bailamos.

-6ªRaya: Lo que se espera de cada uno de nosotros en referencia a la edad. Normas sociales de compartamiento, no escritas, pero más pétreas e inamovibles que cualquier ley. A los treinta años se esperan de ti ciertas cosas, muchacho, y aquel que las obvie tiene su sitio fuera de las murallas de la ciudad.

-7ª y última: ¿Realmente estamos seguros de todo lo anterior? Pues de casi todo, pero no pertenecemos a una secta de mártires ciegos. Sabemos que hay otra forma de vivir la vida (como para no saberlo), sabemos que lo convencional es agradable para quien lo practica, y a veces flaqueamos en nuestros postulados. Esa es la gran diferencia entre ellos y nosotros, la empatía, aunque sea en negativo.

Lo que pasa es que en la mayoría de los casos es demasiado tarde para cambiar.

La novela Alta Fidelidad, de Nick Hornby, está editado en castellano por Anagrama, en su colección Panorama de Narrativas, vale algo menos de veinte euros y se disfruta como un single de Smokey Robinson & The Miracles.

jueves, 5 de marzo de 2009

Fragmentos

Tardo un rato en peinarme, secándome el pelo con un cepillo redondo, me queda razonablemente bien para un Jueves a las siete de la mañana. Todavía no ha salido el sol, pero no es de noche, hay una luz vaga, incrementada por las nubes que le dan a todo un tono violeta. Entro y salgo de casa tres veces, la primera porque se me olvidan los cascos, la segunda porque cojo las llaves equivocadas, y la tercera porque me he dejado la luz del salón. Procuro no enfadarme demasiado conmigo mimo, he dormido poco.

Justo al volver la esquina del portal exterior, en esta configuración tan conservadora que tienen las urbanizaciones post 11-s, un bramido de aire me despeina, como si un tío gigante y maleducado me hiciera a escasos centímetros de mi cara: Buh!. -Puto aire -digo en alto sin casi oírme por la primera canción que suena en el día, y que dejo la noche anterior preparada. Giro y veo a una vecina, me mira asustada. Perfecto, ahora además de ser "elbitel" soy un psicótico, "elbitelsicotico", pensara la pobre señora, probablemente unos años más joven que yo.

Nos cambian de vía, una turba cruza por los pasadizos subterráneos a toda velocidad. Parece una película de catástrofes española, género inédito. Veo a un hombre que me da pena, es pequeño y está medio calvo, y los pelos con el aire se le han movido. Trabajará en hacienda o algo así, pero parece un refugiado. Deseo fervientemente que alguien le diga algo para salir en su defensa, en la defensa del funcionario de hacienda refugiado.

Unas páginas más adelante estoy saludando a mis compañeros. La librería está todavía tranquila, como las costas británicas en el siglo VII, esperando una invasión de Vikingos. Hablamos de tres rubias que entraron ayer, compañeras de master, asquerosamente perfectas. Propongo proponerles ser sus proxenetas. Lo digo más que nada por llevar sombrero de ala, abrigo sobre los hombros y mullet, peinado oficial de los chuloputas. Nos reímos un rato, entra alguien.

Unos tickets después estoy comiendo, oigo una conversación entre dos mesas. En una un tipo de unos cincuenta, barba, gafas, posiblemente entendido en informática. En otra otro diez o quince años mayor, está seguro en un escalafón mayor que el suyo, es quien empieza la conversación. Le pregunta si comprarse un portátil para su casa, y que tipo de impresora le viene mejor. El informático tardío le responde con una cortesía automática, aprendida, de esas que se emplean con gente que tiene poder de decisión sobre tu vida. Me imagino una guerra, con su purga posterior. El más mayor, el del poder de decisión, hablando con otro de similar posición, ambos ganadores.

- ¿Y sabes que fue de Fernández, el de los ordenadores?
- Pues creo que le fusilaron hace un mes, le encontraron sospechoso.
- Ah, pobre hombre. ¿Sabes que dan hay hoy de menú?

Tendrá unos cuarenta y pocos, y deduzco que será bibliotecaria de algún despacho pequeño. Por su ropa, correcta pero barata, no cobrará mucho más que yo. Ha sido guapa, pero la costumbre y el adocenamiento pesan, y eso se nota. De todas formas sigue resultando atractiva, me imagino al portero mirándola el culo y relamiéndose. Me pide un Código de Comercio, yo le explico las diferentes opciones mientras que profesionalmente voy observando a los estantes para indicar con la vista donde están colocados los libros. Giro la cabeza para terminar la frase mirándola, demasiado rápido al parecer. Está con la vista clavada en mi paquete. Ella se ha dado cuenta de que ha saltado la alarma, y se ruboriza, no ostensiblemente, pero me retira la mirada y va rápido a coger un libro, el primero que agarra, quiere salir de allí cuanto antes. La cobro y me despido amablemente, pero haciéndola notar que lo he anotado, como victoria moral de todos los hombres que hemos sido censurados mirando un escote pronunciado o unas caderas sinuosas.

El tren es una ruleta perpetua, hoy me tocan una pareja de compañeros de trabajo, mediana edad, nada reseñable. Ella ha estado en Londres, y se pasa todo el viaje contándole a su amigo, a mi y a todo el vagón, lo bonita que era la ciudad. Me hago una idea completa de como es su vida, oyéndola arrastrar los finales, para darle interés a una narración de guía de viajes norteamericana. Su compañero me inspira compasión, se tira media hora dándole réplicas del estilo: "Y allí en el metro sólo hay un andén, ¿no?" o "Allí siguen con la libra, ¿no?". Yo no puedo leer, pero al menos no tengo que mostrar un fingido interés.

Hay redada de revisores, interventores dicen ellos, picas decíamos nosotros, en los tornos de la estación. Ahora van acompañados de unidades paramilitares de élite. Oigo a un chaval que está pagando su multa, como les habla en un tono exageradamente cordial, mostrando casi regocijo por purgar económicamente su falta, está casi a punto de hacer una genuflexión mientras que sonríe. Es el miedo.

Siempre que llego a casa me encuentro con vecinos entrando o saliendo. No es normal, es una puta conspiración. Mi barrio es nuevo, y como todos los barrios nuevos en una tarde desapacible de invierno, parece Chernobil, pero en bonito, con fuentes y césped. Desacelero mis zancadas con la esperanza de librarme de una señora de veintitantos que viene con bolsas, lo consigo. Pero cuando estoy abriendo aparece por detrás mía un señor calvo, con un traje azul tres tallas más grande, y moreno. Me mira como si hubiera visto a un arcángel con una espada flamante. Sólo llevo mis llaves y una bolsa con discos.

-Buenas tardes -le digo con mi mejor acento profesional.
-Hola -contesta extrañado
-He venido a traerte la paz de espíritu, hermano. Pon esta música en tu casa - ofreciéndole los vinilos- y tu vida se llenará de dicha.
-No tengo de eso - refiriéndose a que no tiene tocadiscos
- Pues entonces muere, ¡vil servidor! - Y le clavo la espada flamígera en un costado, mientras grita como con eco, y desparece entre humo.

Bueno esto último es posible que no ocurriera así del todo, pero que quieren que les cuente, ¿Que llegué a casa y me puse a escribir esto?.

martes, 3 de marzo de 2009

Drummers Club y The Montesas


Leía que Hugh Hefner ha comprado la tumba que linda con la de Marilyn Monroe, para, incluso después del hecho biológico ineludible, seguir rodeado de belleza, o al menos de exceso curvilíneo femenino.

Eso es actitud, llevar cuarenta años en la frontera del exceso, vistiendo bata de guatiné y viviendo una fiesta perpetua. Muchos de vosotros, lectores, sentiréis veneración o al menos simpatía por este anciano con gorra de marinero y pantalón blanco (eso espero), y os preguntaréis que podéis hacer para seguir tan ilustres pasos, o al menos emularlos.

Pues para empezar acudir este próximo Viernes a la Sala Clamores, en donde se organizará el Drummers Club, o lo que es lo mismo, una conspiración de gente elegante, no sólo en lo estético si no también en lo musical.

Actuarán The Montesas, grupo alemán que lleva ya varios años ejerciendo de sacerdotes beat en estas liturgias nocturnas, además estarán poniendo discos George Rodríguez, de L.A. y Sr. Varo, fundador de Doctor Explosion y afincado en Valencia. Cómo sabéis, los que acudimos a este tipo de lugares disolutos apreciamos, además del buen gusto a la hora de elegir la música, que esta esté en su formato original, el vinilo. No es una cuestión fetichista, que también, es sobre todo una forma irrespetuosa de mirar a la superficie con algo de dignidad. Y de ser más chulos que un ocho, por otra parte.

Para los detalles técnicos, pre-fiesta, entradas y horarios (el Sábado el evento se repite en La Pequeña Betty), acudid a la página del club, para ser una persona integrada en su círculo social (es decir, la comunidad de vecinos) quedaos a ver un programa de éxito en la tele.

P.d.: Agradecería a los asistentes que respeten la pista de baile, que como su nombre indica, se usa para bailar. Para hablar del metro de platino iridiado o intimar con alguna señorita, recitándola algún poema de Gala, pueden usar el resto de la sala.

domingo, 1 de marzo de 2009

I Rockers vs Mods Madrid

Hermosas damiselas discutiendo sus diferencias desde el respeto

No sé muy bien como escribir esta entrada, en el sentido de si ponerme trascendente o simplemente festivo.

La prensa y la estulticia humana hicieron mucho daño a las contraculturas urbanas. Cuando el fenómeno mod se masificó a mediados de los sesenta, y miríadas de chavales conducían sus scooters de Londres a la costa sur británica, los enfrentamientos con los rockers tomaron trascendencia en la prensa de la época. Los césares de la basura, así les denominaron, causaron conmoción a la anquilosada sociedad británica. Eran los tiempos en los que parecía que los chicos del modern jazz estuvieran tomando el país.

Estos sucesos se recrearon en Quadrophenia, adaptación al cine de la ópera rock de los Who, y responsable junto a Paul Weller del revival de finales de los setenta. En España, o más concretamente en Madrid, a comienzos de los ochenta, se recrearon una y mil veces estas batallas sin sentido, con el trágico record de la muerte de uno de estos jóvenes tangenciales.

Probablemente este suceso fue el fin de la muy relativa popularidad y el regreso al underground de ambas escenas. Sin vivir esa época, y cuando los protagonistas relatan que en uno y otro bando había gente más interesada en la violencia que en los sonidos liberadores, uno reflexiona sobre lo peligroso de los tópicos, de la falta de profundidad, y sobre todo de las consecuencias luctuosas que se derivaron de ello.

Decía que no sabía si ponerme serio o no porque vengo de una fiesta en la que me lo he pasado en grande. Se trata del primer Rockers Vs. Mods Madrid, en donde durante el viernes y el sábado se han dado cita los dos grupos iniciadores de casi todo lo que se denomina contracultural. Este evento comenzó con una concentración motera, burrum burrum burrum contra popopopopo (Capitan Morgado dixit) y ha finalizado tras horas de juerga en una midnighter donde han confluido, juntos pero no revueltos, estos dos estilos tan diferentes pero a la vez tan parejos. Y está bien.

Me ha gustado ver a los fornidos tipos del tupé (por que diablos son todos tan grandes?) bailando su Jitterbop y a nosotros nuestro northern. Bueno, o intentándolo, porque como le he dicho a un amiguete:

- Los mods hemos quedado como una pandilla de hooligans borrachos
- Ya, si es que es lo que somos

En todo caso la muestra contra la uniformidad, el tedio y la costumbre es casi lo único que me recuerda mi condición humana, mi condición sentimentalmente humana. Está bien, está bien. Como decían los Sham 69 if the kids are united they will never be divided.