miércoles, 21 de octubre de 2009

La invitación

Me topé con él hace unos meses. Fue uno de esos encuentros casuales y reiterados, más dados por el azar de la costumbre que por deseo propio. Estoy acabando la carrera, y he dejado un par de asignaturas para el final de la mañana. Pensé que sería buena idea sacarme un dinero repartiendo gratuitos a la salida del metro, como chica siempre me había jodido acabar currando en algún trabajo típicamente femenino.

Apareció por allí al contrario de las riadas de asalariados que en una estación más o menos central salen de ella por la mañana para volver a ocultarse por la tarde. He supuesto que vive en la zona y va a estudiar, o tiene un trabajo nocturno, de esos que nadie piensa que alguien haga pero que todo el mundo echaría de menos si no se hiciesen.

Trabajando frente a tanta gente te acabas volviendo invisible, y quitando alguna señora que saluda y el barrendero que insistentemente me intenta invitar a "uncafetitoguapa" creo que me podían haber cambiado por un mono amaestrado y nadie se hubiera dado cuenta. Lo que si se desarrolla ante la hora y pico de dar el periódico es una capacidad analítica bastante importante, más por aburrimiento que por interés real. Al principio te llaman la atención los elementos que más destacan, ese bigote grande o esos zapatos tan de fulana cara que lleva la secretaria de la gestoría. Pero luego pasas a los detalles imperceptibles, de investigador social, como ver a un tipo de mirada perdida, nervioso y repitiendo ropa dos días seguidos. O se alargó demasiado la reunión o no dormiste en casa y temes no haber hecho lo correcto.

Y sí, he de reconocer que con él no me hizo falta esforzarme demasiado para verle. Su ropa no era rara, en el sentido de escandalosa, pero destacaba de alguna forma entre el resto. Pantalones tobilleros con el reborde cosido en amarillo, botas de piel vuelta marrones y cepilladas, jerseys de cisne asomando por encima de una parka verde. Y siempre afeitado y con el pelo despuntado cayendo por delante de las orejas.

Creo que he tardado más de lo debido en haberle dicho algo, cosa que no se me ha dado mal nunca, pero no me apetecía que me tomara por una repartidora aburrida y desequilibrada. Hasta que esta mañana ha sido él el que se ha decidido a hablar, más o menos:

- Ten, seguro que si vas te gusta, que ya era hora de que te diera yo algo a ti. - Y me ha pasado un pequeño flyer.



Antes de que dijera nada iba escaleras arriba, con un paraguas que llevaba del cuerpo en vez del mango. Y sí, a lo mejor me paso a saber en que anda metido este chico tan pulcramente raro.

La ilustración que acompaña a esta pequeña excusa para anunciar la fiesta de arriba es de Óscar SP, Mod pucelano afincado el el territorio independiente de Malasaña, ponediscos e ilustrador. Podéis ver su trabajo en Bizarre Studio. Y sí, sobre el libro 50 años de Motown ya hablaremos...

martes, 20 de octubre de 2009

El blanco y negro y el jazz

Creo que nací en una época equivocada. Intuyo que hubo un momento en el que todo parecía tener importancia, en el que las cosas no daban igual, y en el que la diferencia entre lo que era interesante y lo que era prescindible, era tan grande como una brecha abierta en la tierra por un río de proporciones continentales.
Lo sé cuando escucho a Billie Holiday en algún recopilatorio de la Atlantic, con una producción tan elegante que pienso que el disco debería venir envuelto en una funda a medida hecha con mohaire. Oigo la voz de esta mujer, y más allá de enciclopedismos musicales, de aficiones pasajeras, lo que percibo es contenido.
Quien canta tiene que tener algo que decir, y no me refiero a un mensaje explicito, si no a un interés vital que se acaba marcando en las notas que salen de su garganta. No es un producto ensamblado en un laboratorio por técnicos en el arte de vender, es carne, humo, dificultades, entereza y abnegación. Es la vida hecha música.
Pienso que tenemos la suerte de que en esos momentos había fotógrafos dispuestos a pintar los cuadros del siglo XX, a recoger con su cámara en un sólo momento, practicando un decó inverso, tantas horas de esa gente que sólo tenía su música para hacerse valer. Uno de ellos fue Herman Leonard, quien capturó imágenes en las noches del Mahattan de los cincuenta, en el que era normal poder ver cada semana a Dizzie Gillespie, Charlie Parker, o Duke Ellington enseñando a los que no se acostaban pronto que era aquello llamado La Música.
Y por encima de consideraciones fotográficas, la gran diferencia entre un retratista de las fiestas del Upper East Side y de este fotógrafo era estar. Estar en los sitios en los que sucedía la vida carente de sucedáneos, alejada de las componendas, las sonrisas de plástico y los tipos de gesto adusto con más dinero que educación.
Hoy me cuesta encontrar esas fotos y esos lugares, pero sobre todo me cuesta encontrar a gente, de esa que se denomina creativa, que sepa cual es la diferencia entre el sabor de un whisky sólo y un combinado de bebida energética, entre un button-down y una camiseta arrugada de 200 euros, y entre que las cosas tienen importancia, más allá del dinero que generen, por lo que significan en realidad.

sábado, 17 de octubre de 2009

Gracias

Perteneciste a una generación mucho más valiente que la mía, más preocupada por lo que realmente importaba, por lo real, y supongo que quien ha vivido una guerra con catorce años, quien ha visto pasar hambre a sus hermanos pequeños, nunca en su vida pierde el norte, siempre distingue lo accesorio de lo fundamental.

Tuve la suerte de pasar los años de mi niñez a tu lado. Quizá por eso eche tanto de menos los despertares tranquilos en tu casa, la mía, de Mesón de Paredes. Me acuerdo, en esos años previos de ir al colegio, de oírte cantar en la cocina tus coplas andaluzas, de oler el café y de hacerme el dormido cuando venías a despertarme y darme un beso. Me acuerdo del tacto de tu mano, o de las historias que me contabas sobre tu pueblo de Jaén, o del Madrid de los años cuarenta.

Recuerdo que siempre estabas hablando de tus nietos con esas expresiones tan sentidamente humanas. Te gustaban los veranos en los que nos juntábamos y comíamos los bollos de la Calle de Encomienda, hasta que casi nos poníamos malos. Supongo que el apego por las cosas sencillas, la alegría que nos transmitías aunque no tuvieras ganas, la educación y el respeto hacia los demás son cosas que siempre te deberé.

Me quedará la deuda de no haberte podido devolver lo que hiciste por mi, más allá de poner unas torpes y apresuradas palabras que se repetirán y ampliarán en las horas que tengo por delante para despedirte. Me quedan muchas cosas por contar de ti, me quedarían cientos de páginas con tantas ocasiones que viví a tu lado.

Gracias.

viernes, 9 de octubre de 2009

El desayuno


La presentadora habla en la tele con una cara de preocupación fingida, como si todas las noticias, luctuosas en su totalidad, la afectaran personalmente. Su voz, inaudible por el muro de sonido de la clientela, la da un aspecto de muñeca animatrónica, de rubia pija profesional más interesada en su aspecto que en el último asesinato adolescente. La seriedad siempre es fingida cuando cada día luces un nuevo peinado en pantalla.


Pido un café con leche y dos porras, desayuno castizo destructor de estómagos, pero más sincero que los enrevesados diseños de establecimientos con nombre de crucero espacial. Me asombra el momento de calma que me proporciona abrir el sobrecito del azúcar y volcarlo en el vaso, siempre en vaso, mientras que ya tengo el cigarro encendido en la boca, humeando, haciéndome guiñar los ojos por el humo.


Dos tipos jóvenes hablan detrás mía sobre lo cansados que están, uno dice que está mayor. Es asombroso que gente joven, que tiene toda la pinta de vivir bien y haberse acostado pronto el jueves, esté cansada. Pienso que a lo mejor están cansados de si mismos, de su hipoteca, su adosado en el noroeste y de sus corbatas anchas de colores chillones. Que mal gusto tiene la gente para las corbatas en esta ciudad.


Unos obreros discuten a voces. Visten con el uniforme oficial de currela, pantalón azul de mono y camiseta publicitaria de tienda de deportes de su barrio. Uno lleva un metro amarillo a la cintura, como una pistola métrica que le sirve para medir el tiempo que le queda hasta volver a su sofá. Estos son de verdad (demasiado), no actúan, hablan de fútbol y uno de ellos, menos interesado por el balón, mira la contraportada del periódico deportivo, escrutando las curvas de la jamona del día.


Llegan unas funcionarias de un ministerio cercano, de las que pueblan las calles a las diez y pico y siempre van en grupo. Por su forma de hablar, más bajo de lo habitual y agarrándose el brazo unas a otras, diría que están hablando de sexo. No sé si del artículo de la revista de turno para mujeres maduras pretendidamente liberadas, del nuevo que ha entrado y que está cañón o de la hazaña de su marido la noche anterior (lo dudo). Lo que sí sé es que una de ellas, con un ahuecado anclado en los noventa, parece sentirse incómoda. Mira a las cañas de crema buscando una salida a tan bochornoso momento.


Miro los estantes donde están los aperitivos, de cristal y metal barato dorado. A esta hora los acaban de cocinar y aun están calientes. Empañan el vidrio y crean una atmósfera irreal, ayudada por la luz blanca del fluorescente oculto, síntoma de un intento de sofisticación fallida. Ese vaho me traslada unos años atrás y unos miles de kilómetros al este. Vi lo mismo mirando otros aperitivos en una ciudad asiática. Me pregunto si algún ex-turista de ojos rasgados sentirá lo mismo en esos momentos, dentro de uno de los bares de las estaciones de tren, llamadas Eki por ellos. Simultaneidad, me gusta pensar en los lugares donde he estado, moviéndose todos a la vez, en conjunto, como un mecanismo imcomprensible y relacionado.


Vuelvo a la realidad. Ahora la rubia pija profesional de la tele, mamá y experta en microorganismos estomacales, está en una telepromoción. Después de sufrir un rato por la violencia doméstica toca epatar con colchones de tejidos creados por la nasa. El camarero hace un comentario sobre lo agradable que resultaría yacer con ella en esos jergones de tecnología punta, pero no lo dice así, claro.


Tengo el café casi terminado. Es imposible acabárselo del todo, siempre queda algo en el fondo. Un par de servilletas, casi transparentes por el aceite de las porras están arrugadas en el plato. Diez minutos, poco más o menos y tengo que volver a mi sitio rápido. Mañana será igual pero diferente. Mañana me pido un bollo.
(La foto que ilustra este texto está sacada de aquí)

jueves, 8 de octubre de 2009

Justicia poética y vulgaridad triunfante


Aquella ciudad huele desde hace años muy mal, tanto que creo llevar parte de ese olor conmigo cuando salgo fuera. Lavo mi ropa a conciencia la noche antes de viajar, pero siempre tengo la sensación de que es imposible quitarme de encima esa atmósfera irrespirable, cerrada, como de olor a cartón húmedo y abandonado.


Veo sus rostros a diario, los de la complacencia, la mendicidad humillante, parecen sacados de una novela de posguerra, de campesinos rogando trabajo en la plaza del pueblo, esperando que el señorito se apiade de ellos y les ofrezca unas horas de explotación a cambio de un platillo de comida caliente y viscosa. Veo esos rostros también cuando me miro al espejo, y creo sinceramente, que son parte del mal olor que impregna todo.


Pero no lo causan, no son la fuente de la podredumbre, la fosa séptica de la que salen cientos de moscas glotonas y repletas de pus. No forman parte nunca de los lugares de los que sale esa pestilencia insistente, de vapor verde y denso, y de sonido metafóricamente tintineante. Los billetes, los cheques y las transferencias no suenan como un saco de monedas que se pasa de una mano a otra, pero su tacto repugna lo mismo, o casi tanto como el cuero sobado y pegajoso que las contiene.


Sois la vulgaridad triunfante, la victoria de lo mediocre, el ascenso de lo podrido hasta la cúspide. Porque esto es importante que os lo recurde alguien, pequeños aprendices de mafioso italiano, es importante. Podéis vestir con trajes caros aunque feos, viajar en berlinas de lujo con chofer, hablar por el móvil como si os fuera la vida en ello, y tratar a los demás con un desprecio inusitado, podéis incluso jactaos con formas toscas y lenguaje tabernario de lo abultado de vuestra cuenta, del encanto exagerado de vuestras hembras de monta, podéis reiros como dementes encima de vuestra pequeña montaña de poder.


Podéis, lo cual no os exime de lo que realmente sois, el producto último de una sociedad decadente, reyes absolutitas dieciochescos, con un genoma tan depauperado que os cuesta manteneros en pie. Sois la gañanada que se ata el pantalon del traje de Gucci con una cuerda, la misma que si tuvieramos algo de dignidad os tendriamos que poner al cuello, aunque sólo fuera por ver vuestro miedo.

jueves, 1 de octubre de 2009

El último tren



Se levantó más pronto de la habitual, en ese momento en el que aun no es de día pero ya no es de noche, cuando la luz es de un azul profundo y acurruca todo lo que toca. La casa, breve, y pobremente moderna, estaba en un silencio que amplificaba cada paso sobre la madera, y que sólo se rompió cuando ella ronroneó levemente desde la cama.

Era preciosa, dormida aun más que despierta, con esa inaccesibilidad amable, tan cerca pero tan hundida en sus curiosos sueños, que siempre, los días normales, le contaba en algún momento del desayuno. Se acordó de lo bien que lo habían pasado todo ese tiempo, de lo completo que se sentía, de lo cerca que habían llegado a estar. Hoy sería la última vez que la vería, y aunque él, no se iba a poder enterar, estaba seguro de que nunca le perdonaría por lo que iba a hacer, incluso aunque le comprendiera, incluso aunque estuviera de acuerdo.

Miraba una taza de metal blanco que tenían en la cocina, antigua y no usada, con un roce en la laca que la cubría y que llegaba hasta el borde azul. Se la encontró un día en una tienda del barrio, de esas que parecen museos de ciudades extinguidas, de antiguas culturas enterradas por el ruido, y que le recordaba, casi con dolor, a una que había visto tantas veces de pequeño. Con el sabor de esa época oyó la moto cerca del portal, pequeña, insistente, como un niño golpeando una lata rítmicamente.

Cogió su bolso cuadrado de cuero negro y bajo las escaleras rápido, haciendo ruido con sus botas de punta, que asomaban orgullosas bajo unos estrechos pantalones color vino. Llevaba un jersey de cisne negro, y un cinturón con una hebilla rectangular plateada, como una insignia de las que explican muchas cosas a quien sabe entenderla. Al llegar a la calle y ponerse su gorra de plato miró a la ventana, aun estaba a tiempo de retroceder, de quitarse la ropa y volver a la cama con ella. Aun estaba a tiempo de volver a situarse detrás y ponerle la mano sobre la tripa, mientras que le olía el pelo. Pero no era una cuestión de tiempo, era de principios, alguien tenía que hacerlo.

Se subió a la parte de atrás y golpeó al conductor en el hombro un par de veces, pasándole el mensaje de que estaba listo, de que no era momento de dudar, de que estaba seguro de que aunque lo que fuera a hacer no iba a valer para nada, alguien lo tenía que llevar a buen puerto . No por orgullo, ni por ética o justicia, lo iba a hacer por enseñarles que es el miedo, que es sufrir, que es sentirse vulnerable. Lo iba a hacer por ponerles un ejemplo práctico, directo, diametralmente comprensible, de lo que era que tu vida no te perteneciera.

Lo había visto muchas veces, había gritado a la tele incapaz de comprender como se podía encerrar tanta maldad en tan pocas pulgadas. Intentó cambiarlo, hacer lo que pudiera, hasta que se dio por vencido, hasta que vio que su control no se basaba en la coacción o el chantaje, en el miedo o la duda, se basaba en apropiarse de lo más profundo de las personas, sus ilusiones. Y ya habían llegado.

Se despidió brevemente de su acompañante, leve conocido, cercano a la gente con la que se había juntado en los últimos tiempos, y que tan claro tenían lo que él había intuido durante años. Sólo tuvo que andar un par de calles que se sabía de memoria, tocar el metal en el bolsillo interior de la cazadora de ante, repasar lo que había diseñado tantas veces en su cabeza. Saldrían por la puerta de cristal giratoria, camino del aeropuerto, a donde nunca llegarían si él era sólo algo más rápido.

Sólo necesitaba velocidad, asombrosos reflejos entrenados como resortes de una máquina binaria, engrasados, tan acoplados como movimientos del mecanismo dentado del reloj de torre que le decía que estaba en el lugar exacto en el momento justo. Sólo necesitaba velocidad.

Y todo fue muy rápido. Apenas se dio cuenta de lo que había pasado hasta casi antes del final, hasta ese momento en el que las letras siguen en la pantalla, pero la música ya se ha terminado.

Lo había conseguido, y ahora él también estaba en el suelo, notando el olor del dinero en su boca, manchando la ropa por varios puntos, que había elegido para acabar de una forma digna. Era tan normal que nadie le había seguido nunca, no estaba en sus fichas, no representaba un peligro. Era sólo un tipo raro al que la gente miraba en el metro, al que mirarían al día siguiente en una foto bajo una manta térmica.

Pero antes de eso, antes del final, antes del chasquido y del blanco en la pantalla, justo antes de que se enciendan las luces y suene el último acorde, volvió a acordarse de la chica que se estaría levantando. Y empezó a escuchar una canción, como a veces antes de dormir del todo, que venía de dentro, de su propia cabeza. Y empezó a viajar al norte, a viajar al norte, para encontrarse con ella y no volver más.

jueves, 3 de septiembre de 2009

Mr. Commuter y la felicidad verdadera.


No te atrevas a salirte de la linea, tienes un futuro asegurado, de casa, comodidades y aburrimiento. Domingos por la tarde recibiendo a los vecinos, tomando un café, hablando de las últimas obviedades que la televisión ha vomitado.

La rutina es como el tren de todas las mañanas, como esos tipos de bostezo prolongado que se sientan enfrente de tu cara. Es algo pegajoso, pero a la vez presuntamente agradable por su amable placidez.

Ya no recuerdas cuando fue la última vez que sacaste los pies del tiesto, quizá en aquella cena de empresa en navidad, en la que te permitiste una copa y alguna mirada al escote de tu compañera de cafés en la máquina. Fue un atrevimiento pactado, te conformas con imaginarte, en esos momentos impensables en la misa del domingo, que podías haber llegado algo más lejos. Pero sabías donde estaba tu sitio y el de todos.

La ley está hecha para ser respetada, el lugar común para ser glosado, la tradición para ser venerada. El centro comercial para ser visitado el sábado por la tarde.

Sientes esa extraña emoción cuando las puertas de cristal se abren solas, un cosquilleo te recorre el cuerpo, y te obliga a sacar esa tarjetita verde con la que compras el sucedáneo de emociones empaquetas, listas para ser usadas, sólo tres minutos en el microondas.

Berlina familiar pagada en cinco años, depresión marital compensada con ansiolíticos (las visitas al psiquiatra de tu mujer desgravan en hacienda), hijo presunta promesa de nada, zapatillas de plomo que te mantienen pegado al suelo con seguridad, nunca se sabe cuando puede haber un terremoto, y tu eres precavido, sobre todo precavido.

El mundo está lleno de amenazas, pero siempre está la alarma, el perro ladrando que te protegen. Siempre está esa gente rara, de costumbres raras, con ropas raras y con miradas más raras aun, casi amenazadoras en su orgullo y autosuficiencia. Seguro que se drogan.

Mañana volverá a salir el sol, sonará el despertador y la cuchilla estará brillando sobre el lavabo. El café cortito de café en el bar, junto a la columna impresa de odio matemáticamente trazado. Da gusto oír a los pájaros, las excavadoras y esa moto tronante, todo va como debería de ir. Entras a la oficina, y tu jefe, ese hombre siempre dispuesto a tener un gesto de aliento te mira condescendiente. Y te sientes bien.

Al fin y al cabo, quien querría cambiar cuando se es tan sinceramente feliz.

(Giorgo Birdman, mod capitalino e inquieto danzante de Northern, ha tenido el buen gusto de subir el temazo de Mike Proctor a youtube)

miércoles, 26 de agosto de 2009

El concierto de Jazz

Llegue a aquella ciudad sobre las nueve de la noche, el viaje había sido estúpido, una mala planificación de autobuses y había perdido la jornada entera. No tenía pensado parar allí, iba más hacia el norte, pero era mejor eso que estar toda la noche en un asiento mínimo acompañado de un señor que hacía ruido al respirar.

Busque un hostal, barato y cercano a la estación, de los de habitación de muebles exhaustos y una mesita en la que sólo se puede escribir una nota de suicidio o colgar los pantalones. Decidí hacer lo segundo y poner la tele, al día siguiente saldría pronto. En media hora la cabeza me daba vueltas, no había por donde agarrar el mando a distancia, y entre esposas infieles y teleproducciones bastas, acabé andando por la calle, buscando un sitio para tomar algo.

El plano de muchas ciudades de provincias, el sentimental, no el urbanístico, es muy parecido, y me sentía algo observado, como si llevara un cartel que dijera "extraño", en palabras fosforescentes de tipografía publicitaria japonesa. Un bar, oscuro y con gente pensando en beber sería un buen habitáculo para las siguientes horas. Ahora sólo me faltaba encontrar uno, cosa difícil teniendo en cuenta mi manía persecutoria y mi odio hacia la música convencional. Según caminaba con las manos en los bolsillos del peacoat, se me agarro a mi visión lateral una ventana con gente sentada, mirando a un escenario, donde había unos músicos empezando algo. Concierto de Jazz, que en aquellos momentos sonó como "muchacho, esto lo hemos pensado para ti y para ahora".

Visita a la barra, abriéndome paso entre la gente a modo de insecto reptante, cerveza fría y un sitio al fondo. Me venía como un traje a medida, perfecto para pensar que iba a hacer mientras que hacía que atendía al concierto con la mirada perdida.

Entre recuerdos groseros de mi última y desastrosa camástrofe, presiones laborales por no entregar a tiempo lo que mi escuálida imaginación no desarrollaba, la vi. Fue una epifanía hormonal, una corriente eléctrica recorriéndome la espalda, un uppercut de boxeador experimentado. Me hubiera gustado decirme que no estaba bien, que no estaba bien recibir un destello de flash decimonónico por una de las tipas que tocaba en el combo. No era buen negocio seguro, tendría a su novio por allí, al final tendría que hablar con mucha gente, recibir las felicitaciones y los besos, hacerse la simpática, sin tiempo de atender a un desconocido de aspecto cansado y ojos hundidos por pesos inconfesables. Pero este tipo de cosas no se planifican, no se cuadra el impacto del meteorito ni se abre el obturador en el momento en que cae el rayo, te golpea y te ciega, te aturde y sólo quieres una cosa.

Durante lo que duró la interpretación me dedique a seguirla visualmente, a caminar con mis ojos sobre su cara, captando sus gestos, ese labio mordido o ese pelo por la frente. Al acabar me situé a una distancia prudencial, viendo que era más bonita de pie que sentada, deseando agarrarla con mis manos, observando como reía con desconocidos y los golpeaba como pelotas de tenis lanzadas por una máquina. Esperando mi oportunidad de sacar los colmillos y devorar a la presa, aunque sintiéndome fuera de mi hábitat, fuera de mi campo de juego habitual.

Y en nada dos cervezas, tres, cuatro, reuniendo el valor necesario, juntando las fuerzas adecuadas, trazando la estrategia para tomar la posición. Decido situar mi mirada sobre ella, nos cruzamos. Choque de trenes, se me acelera la respiración, es intenso, podría andar por el aire si quisiera. Me acerco, la tengo a cuatro pasos.

Y sí, el tiempo va más despacio, puedo ver casi los átomos girar, la risas grotescas de unos borrachos moviendo sus facciones como gelatina, los mecheros encenderse con un fulgor de chispas explosivas.

No me mira con superioridad, ni con condescendencia ante el posible fracaso, intuyo deseo, leve, contenido, potencialmente inflamable. Me abre la puerta con un ligero movimiento de sus párpados, pasa, inténtalo y procura no fallar, no te voy a dar una segunda oportunidad, me dice arqueando su cara.

- Pero ¿y tú? ¿y tú de donde has salido?

lunes, 24 de agosto de 2009

Emmy Hemmings

"Apareció en el centro del cabaret con cintas alrededor del cuello, la cara como de cera. Con el pelo amarillo muy corto y un vestido de terciopelo escaso y oscuro y con rígidos volantes, era algo absolutamente distinto al resto de la humanidad... vieja y estragada... Una mujer posee infinitos matices, caballeros, pero desde luego, uno no ha de confundir lo erótico con la prostitución... ¿Quién puede impedir que esta chica que ya es la mismísima histeria... se hinche hasta constituir una avalancha? Cubierta de maquillaje, hipnotizada con morfina, absenta y la llama color sangre de su eléctrica versión de Gloire, una violenta distorsión de lo gótico, su voz brinca sobre los cadáveres, se burla de ellos, trinando conmovedora como un canario flauta".

Ravien Sirluai en Die Akction citado por Greil Marcus en Rastros de Carmín.

martes, 18 de agosto de 2009

Comiendo Techo

- ... y entonces empezó todo, era como tener fiebre, joder que horror
- Estuviste comiendo techo
- No que va, no estaba despierto estaba en un estado de somnolencia, del que no me podía despertar aunque quisiera, y circulando por lo peor de mi
- Eso mismo, comiendo techo

Te has sumergido demasiado profundo y no puedes salir a la velocidad que quisieras, sientes la falta de aire, ves el límite que separa el agua del exterior, sus ondulaciones, no te pones nervioso, lo procuras, pero empiezas a sentir el cosquilleo en tus pies y manos, el agobio en tu cerebro, la quemazón en tus pulmones. Normalmente acabas elevándote por encima del agua, tomando una bocanada en el momento preciso, sintiendo el aire más limpio, intenso y fresco que nunca. Pero lo pasas mal, muy mal.

Os veía frente a mí, con la mayor de las perversidades en vuestras cuencas, graznando odio y no veía donde asirme. Lo que más me dolía era la gente que conocía, en quien confío, como se retiraban, miraban para otro lado, no intervenían pero tampoco ayudaban. Y yo necesitaba su respaldo más que nunca.

Había algunos que se mostraban especialmente crueles, enseñando esos detalles antes del ataque que te hacen temerlo, pavoneándose de conocer tus más secretas debilidades, saltando con un cuchillo entre los dientes. Intentaba razonar con ellos pero el juicio ya estaba visto para sentencia, ya había solución final para mi persona.

En algunos momentos en los que no podía más me planteaba que nada era de verdad, que no podía estar pasando, y que todo mi sufrimiento partía de un dato falso. Me daba cuenta entonces y podía sacar la cabeza del agua y respirar. Me valía de poco, sólo para seguir circulando entre las oquedades de mis subconsciente.

Yo mismo corregía la narración, como un guionista judío trabajando en una sit-com inversa donde no había risas enlatadas, sino carcajadas hirientes. Aportaba un nuevo dato que me llevaba a descartar mi suspicacia, y volvía a meterme en el círculo de insidias y de dolor, de incertidumbre ante lo que se avecinaba.

Y así seis o siete horas.

Cuando desperté definitivamente parecía un tipo arrastrado por una caravana en medio de Arizona, pero con camiseta sudada a modo de única vestimenta. No se trata de lo que nos ponemos en la bandeja de plata, se trata de nosotros mismos, de abrir determinadas puertas de golpe y encontrate todos esos sinceros monstruos de la razón que esperan para clavarte los colmillos.

lunes, 17 de agosto de 2009

El festival (Euroyeyé)

Sólo nos quedan los recuerdos, pensaba mientras encendía el ordenador y abría las puertas para que entrara algo de aire nuevo en el zoo de ácaros donde trabajo. Tres semanas de asueto programado, de descompresión permitida y de nuevo en la negritud asalariada de un Madrid caluroso, polvoriento y permanentemente levantado, como sufriendo una insurrección del tercer mundo al mando de máquinas sacadas de una película de desastres futuristas.

Hace nada volvía por el paseo de San Lorenzo a algo parecido a una casa. Los amaneceres siempre son bonitos, pero en Gijón, con un traje de tres botones lo son más todavía. Intentamos mantener la compostura, no siempre lo conseguimos, pero al menos mantenemos la dignidad. Seis días festivos prácticamente sin interrupción, y al acabar la allnighter me gusta ver a la gente como se disemina por entre las calles, sentados en los bares tomando un café, o la enésima copa. Parecen dandis derrotados por el maquinismo, artesanos de la estética con el pelo revuelto por la humedad, húsares en plena retirada, con la chaqueta en la cabeza, señalando el desastre, participando en la performance.

Hay gente que nos acusa de que todo es mentira, de pretender revivir un momento que no es nuestro, que no nos pertenece, que no es de ahora. No han comprendido nada, y muchos de ellos comparten pista con nosotros, que no bailes. Algunos no revivimos, vivimos, ponemos al día sonidos que nos pertenecen, porque sin nadie que los oyera, sin nadie que los bailara, estarían muertos, no tendrían sentido. Algunos se acercan con una curiosidad malsana, mirando con condescendencia a los adolescentes de treinta y pico que deslizan con dinamismo milimétrico sus zapatos de punta y tartán por el suelo. Vivimos en una noche más que vosotros en un año, porque entre otras cosas, no nos queda más remedio, aceptamos gustosos el título de césares de la basura, y ponemos algo de color en vuestras vidas de sillón orejero y normalidad indie.

Todo festival es mejorable, sobre todo por la conformidad musical de algunos profesionales del plato. Quizá me gustaría ver a más gente de verdad y a menos adosados de plástico, de uniforme imposible de comprender fuera de esas cuatro paredes. Quizá me gustaría poder prescindir de los paraísos artificiales, y coger sólo la electricidad del soul. Pero soy de memoria selectiva, y me quedo sólo con lo bueno, con lo que me gustó de verdad, con las caras de mis amigos, con toda esa gente a la que saludo e intercambio tres palabras cuando me gustaría que fueran trescientas, con esos desconocidos con quien compartes miradas de complicidad al sonar ese tema, al ejecutar ese paso tan jodidamente difícil.

El año que viene, en la dieciseis edición del Euroyeyé espero volver a ver amanecer en San Lorenzo, a atusarme las patillas, convertidas por el sudor en dos abrevaderos de hamsters, echarme las manos a la cara, frotármela y ver que aun seguimos allí, que pese a todo, los buenos esta vez hemos ganado.

(En la foto, Felix Explosión, alma-mater del Euroyeyé. Instantánea tomada por Felipe Ottofree, gran fotógrafo, mejor persona.)

miércoles, 22 de julio de 2009

La Chiquita Piconera


Sólo un imbécil no se fijaría en tus ojos, enormes, tan llenos de matices. Diciendo tantas cosas, lo que buscas, temes y vas a permitir, lo que deseas, lo que te quema dentro. Tan oscuros, ribeteados por unas leves ojeras, de creer que no estás haciendo bien, de pensar que has obrado como no debes, pero de sentirte tan bien por lo que has hecho y necesitas volver a hacer.

Tu pelo de entreguerras es como música en blanco y negro, perfecto en su estatismo, grandioso en su brillo dinámico. Crea respeto, anuncia un olor a realidad, a mujer de cabellera de fuego, a mordisco en tus labios, que no se sabe si sonríen u ordenan parar.

Ya, llegados a este punto, no puedo dejar de pensar en tí, pero veo tu hombro, como un reclamo dialéctico, como el inicio de la perdición, la entrada al desastre. Sigo tu brazo y veo como juntas tus manos, una contra otra, con displicencia naturalmente aprendida, sujetando el atizador con una desgana leve, con una curvatura en las manos que me hacen pensar en horas de enajenamiento a tu lado.

Arrugas de tu camisa, tirante, dunas, surcos, olas, empuje, no puedo evitar mirarlas, no puedo, ni quiero evitar imaginar lo que las produce, y querer tenerlo entre mis manos, otra vez, una vez más, de forma tan suicida que si ahora lo tuviera, firmaría aunque fuera a ser la última vez.

Podías sentarte de mil formas, pero elegiste esa, diste la patada al convencionalismo, hiciste el desprecio a la normalidad, te saliste de la línea, de lo marcado, de la pauta que te tenían reservada. No sé si tus brazos abren tus piernas, o solo las acompañan, o las empujan, no sé lo que hacen porque he visto tus medias, y aquí, aquí caigo en la cuenta de que ya no puedo hacer nada.

Suben desde el tacón -no hay nada más bonito que unos zapatos de tacón sentados - y llegan hasta tu rodilla, la sobrepasan, pero en la curva se frenan, como si la frontera de tu falda, de tus muslos, las detuvieran por inutilidad. Otra decisión más, otro demente enigma, o quitártelas o dejártelas, y respirar cerca tuya, oyendo tu música a escasos universos de mí. Y vuelvo a mirar a tus ojos...

martes, 14 de julio de 2009

Un hombre en la oscuridad, de Paul Auster

Reconozco mi debilidad personal por Auster. A finales de los noventa un buen amigo me recomendó El Palacio de la Luna, diciéndome que era del tipo que había escrito el guión de Smoke. En aquellos momentos de carencia cultural, pero de unas ganas inmensas por devorar todo lo que caía en mis manos, leí el libro con ansiedad, acabándomelo en un par de noches de verano.

Durante todos estos años este escritor ha sido una de mis constantes literarias. He presenciado la popularización de su obra en España, pese a que cuando yo lo empecé a leer no era precisamente underground, y por lo menos en este caso, y al margen de maniobras comerciales, el público parece contar con un cierto gusto.

Es casi una ley física, si lo pensamos detenidamente, que un escritor que cuenta con un estilo accesible, una narración cinematográfica, historias interesantes (de esas que se cuentan entre amigos tomando algo), y cierto carisma personal, acabe llenando los lineales de las librerías.

Un hombre en la oscuridad es el último trabajo publicado en España del narrador de Brooklin, y posee todas las señas de sus anteriores trabajos. El juego de múltiples realidades, las historias entrecruzadas, la casualidad como motor del cambio vital y una preocupación por su país, Estados Unidos. Aun así este es un libro menor dentro de la obra austeriana.

Paul Auster es criticado a menudo por la repetición incansable del esquema narrativo, por, siendo directos, contar siempre lo mismo, de la misma forma y cambiando sólo los detalles externos. Sí, es cierto. Como también lo es que lo hace muy bien, y que la aparente sencillez aquí es una virtud. Lo que ocurre es que su producción no siempre está en la misma nota, y en este libro se percibe una cierta prisa, una cierta dejadez, y sobre todo un espíritu pre-Obama que le ha dejado algo fuera de lugar. Es un poco la necesidad de arremeter contra la anterior administración gubernamental, la del amaño electoral, los pies en la mesa y los cien mil muertos, y rodear esto de un trasfondo narrativo.

Por otra parte cualquier escritor de esta proyección comercial, y duración en el tiempo, alejada de las explosiones de bidones de gasolina, acaba siendo una máquina maravillosa de hacer dinero. Siempre queda la duda de si el nuevo libro, además de ser un producto, es un producto propio. Al menos con Auster sabremos que pasaremos un buen rato.

lunes, 13 de julio de 2009

Las cuatro y trece de la madrugada

Me desperté y miré el reloj que tenía en la mesilla, barato, digitalmente chino, marcaba las cuatro y trece de la madrugada, aun me quedaban unas cuantas horas por delante hasta que sonora con el zumbido sincero que me recordaría el día tan prescindible que tenía por delante.
Todos los días de la semana me parecían iguales, por eso no recuerdo si la noche siguiente fue Jueves, o Martes, pero lo que sí sé es que volví a despertarme. Sin sobresaltos, sin un temor especial o un desasosiego concreto, sólo abrí los ojos, como cuando despiertas una mañana de vacaciones de verano. Y miré el reloj, las cuatro y trece de la madrugada.
Cuando pasaron un par de días más empecé a preocuparme, no me levantaba cansado, pero me acostaba con la incertidumbre sobre la almohada.
Un Miércoles, y esto si lo recuerdo porque en la tele bramaban sobre el partido de Copa de Europa que se jugaría unas horas después, estaba en el bar con un tercio y un aperitivo de patatas ali-oli, esperando el bocadillo que había pedido. Se me coló por el oído izquierdo, como si me entrara agua en la piscina. Una de las vecinas de barra, probablemente funcionaria o administrativa de algún banco de la zona, estaba contando a sus compañeras exactamente eso, justo lo que a mi me pasaba. Dudé al principio si era cierto, pero cuando me giré para verla vi a otro tipo, de unos cincuenta años, barba recortada y carrillera descolgada, como la miraba estupefacto. No dije nada, era como haber recibido un balonazo en la nariz de esos que hacen que veas luces y oigas un pitido de línea telefónica.
Al llegar a casa encendí el ordenador como de costumbre, casi antes de quitarme los zapatos e ir al baño a mear. Revisé un poco, bastante compulsivamente mi correo y mis cuentas de redes sociales, tan de moda esos días. En una de ellas, entre estupideces de todo calado y gestos bochornosos de exhibición publica vi algo que acabo de hacerme sentir el escalofrío por la espalda, que aunque tópico, se repite desde que eres un crío cuando algo te asusta de verdad: "Gente que nos despertamos a las 4:13 de la Madrugada. Hazte Fan".
A partir de ese momento todo se aceleró, creo que no pasó ni un día hasta que vi la noticia en los gratuitos que repartían en el metro, y de ahí a la televisión. Al principio era una noticia de sección de curiosidades, la daban como algo pintoresco, misterio de relleno de crema. Al poco tiempo el relleno era sólido y poco digestivo, de los que ocupan portadas y cabeceras, de los que se adornan con declaraciones de autoridades públicas pidiendo tranquilidad y expertos de todo tipo aderezando en las tertulias lo que nadie comprendía.
No quedaba en dos semanas y poco país en el mundo que no sufriera los efectos del despertar, cada uno en su huso horario, todos a las cuatro y trece de la mañana. El espectáculo se hizo presente, desde raperos blancos rimando el suceso hasta sectas milenaristas hablando del fin, el Papa de Roma rogaba por nosotros, Bill Gates creaba una fundación y Bono de U2 daba un concierto solidario (nunca supe como y para quien). Hubo algunos suicidios en masa, incluso algún empresario expresó su deseo de adaptarse a las nuevas circunstancias y empezar la jornada laboral una hora después, se crearon nuevos programas en esa franja horaria, y los publicistas, siempre tan atentos, crearon decenas de nuevos anuncios.
Y hace una mes paró. La noticia la dieron en España por la tarde, los japoneses habían dormido una noche entera sin problemas. Yo no me enteré, y al menos experimenté el placer propio el día después, incluso me llegue a creer especial, a especular con que yo fui el primero en empezar y el primero en acabar.
Se han dado todo tipo de explicaciones, desde tormentas solares a cometas, desde deseos divinos hasta influjos malignos, pero ninguno ha resultado concluyente. La gente parece querer olvidare rápido, hacer que nada ha pasado, borrar aquella canción que descargaron y seguir con sus vidas. Yo hago lo mismo, pero siempre me pregunto por qué pasó, si tuvo un objetivo o si ocurrió algo que aun no sabemos. Me asusta pensar que a las cuatro y trece vaya a pasar algo grave de verdad y esto sólo haya sido un anticipo. Me aterra que a las cuatro y trece no pase nada, ni a las cinco ni a las siete, un sueño global perpetuo, una muerte en la cama por inanición, miles de millones de despertadores sonando sin que nadie los apague.


Pequeño homenaje de La Aurora a la Semana Negra de Gijón.

viernes, 3 de julio de 2009

Northern en La Dinamo

Extracto de un interesante e introductorio artículo sobre Northern Soul aparecido en el número de verano de la revista La Dinamo:

LDNM: Con la perspectiva que dan los años ¿Que crees que fue lo más importante del movimiento?

Pol O´Maoleoin: Lo más importante fue que, al estar fuera del alcance de los medios de comunicación y de la escena londinense, se mantuvo el control y nunca fue desvirtuado por las grandes compañías discográficas. Muchos movimientos, como el punk, fueron estrangulados hasta la muerte por la industria musical, que buscaba hacer dinero rápido. Fuera de Londres, aquellos chicos tuvieron tiempo de desarrollar la escena por sí mismos. Se trataba de pasión, no de dinero, y cuando crecieron lo suficiente como para atraer la atención de la industria, ya le habían dado forma y dirección. Me encanta eso. La industria musical (¡escupo en su cara!) jamás ha sido capaz de establecerse en nuestro movimiento, aparte de unas pocas recopilaciones, y hasta el día de hoy todo sigue en nuestras manos.

jueves, 2 de julio de 2009

Al final teníamos razón


El saltador de trampolín se dispone a lanzarse al vacío. Cierra los ojos, tensa los músculos, deja su mente en blanco antes del momento, y recuerda que es lo que le ha llevado hasta ahí.

Es posible que a mi me pase algo parecido, ante el gran salto pienso de donde vengo, y que es lo que me ha hecho como soy. Sin exagerar, creo que una de las partes más fundamentales de la vida de una persona son los discos que ha escuchado, los libros que ha leído, las películas que ha visto, y esto es lo único que sabes que no te va a fallar, lo único a lo que asirse en los momentos difíciles.

Siguiendo esa ruta trazada por uno mismo, el azar o la gente que te rodea, me acuerdo de Earth Angel, la canción originalmente grabada por The Penguins en 1954, pero que yo, como supongo la mayoría, escuche por primera vez en esta versión realizada por un grupo inventado para la película Regreso al Futuro.

La escena en que Marty McFly, el chico del salvavidas por chaqueta, toca la guitarra junto a ellos, es una de las mejores de la trilogía de Zemeckis. Todo pende de un hilo, si sus padres no se besan en el baile del encantamiento bajo el mar, él desaparecerá a causa de una paradoja temporal. Todos hemos visto la película una y mil veces, sabemos que acaba bien, pero cuando el protagonista apenas puede sostener la guitarra y encajar un acorde, aun tememos por su suerte. Al final, y coincidiendo con la entrada de los violines, el asustadizo George McFly besa a Lorraine y todo vuelve a su cauce. Es en ese momento cuando casi nos levantamos y aplaudimos y agitamos los brazos en plan deportista exhausto que cruza la meta.

La canción siempre me gustó, pero hubo un tiempo que no lo podía reconocer. Como decir a tus amigos adolescentes que algo de hace cincuenta años te parece estupendo, y además, algo que habla de puro y simple amor. Inadmisible. Para decirte lo que había que oír ya estaban los cuarenta criminales, buque insignia de referencia para los supuestos chicos-en-la-onda de aquel entonces (hoy ya ni eso, están los politonos). Además el cinismo dominante, el nada importa y el todo es mentira, hacían, hacen, imposible declararse pasional, entregado y conmovido.

Supongo, sé, que el vacío a un chico de once años le duele, el sentirse fuera de lugar, absoluta y totalmente ajeno al mundo donde vive. Por eso es agradable mirar atrás con ira y ver que al final ellos eran los que estaban equivocados, ellos eran los que ahora llevan vidas comunes, tristes y desapasionadas. Vidas de esas que no duelen porque siempre están en la misma linea, no como otras, en las que se reciben fuertes golpes por haber subido muy alto.

Al final teníamos razón, por eso, la próxima vez que regalen, recomienden o rueguen a alguien querido que lea, escuche o vea algo que les ha marcado sepan que le están haciendo el favor más grande de su vida.

viernes, 22 de mayo de 2009

Blow up en concierto

Este Sábado 23 de Mayo el grupo alcalaíno Blow Up presenta en Madrid su primer LP. Será en la sala Gruta 77 (C/Nicolás Morales), tendrán de invitados abriendo el concierto a Hat Trick. Después de la actuación habrá fiesta amenizada a los platos por Fred Perry Mason y Carlos Pleasure Moments. Todo por 8 euros de nada. ¡No os lo perdais amiguitos!.

jueves, 21 de mayo de 2009

Dylan en Liverpool, 1966, por Barry Feinstein


Sabes de esos días de invierno en los que la luz se cuela a través de las nubes, volviendo todo blanquecino y apacible, como si nunca fuera a pasar nada, como si todo fuera a seguir siempre igual. Pues en uno de esos días pasó algo, lo recuerdo vivamente, como el día que pierdes, o te quitan algo querido, como el día que te regalaron eso que tanto te gustaba en tu cumpleaños.

miércoles, 20 de mayo de 2009

Un nuevo fin de semana se acerca

Mod Generation Club
Este Viernes 22 de Mayo
De 22:30 a 3:30
En el Groovie (C/ del Tesoro, 5)

Julio Action
Juan Carlos Yeyé
Miguel Ygarza




It´s Cold Outside
Este Sábado 23 de Mayo
De 23:00 a 3:00
En el Espiral (C/ San Andrés, 23)

Kike Foxton
Emilio Smartboy
Miguel Ygarza




Drummers Club
Este Sábado 23 de Mayo
De 1:00 a 6:00
En la Sala Elástico (Pza. del Carmen)

David Robles
Pablo Panas
+Residentes (Emilio, Pedro, Paloma)

(Entrada presentando Flyer de 1 a 2am, 8€ con copa)

lunes, 18 de mayo de 2009

Sid Vicious fuera de lugar

¿Cuántas veces me sentí así? Con vuestros ojos clavados en mi, sin ningún atisbo de disimulo, parapetados en vuestro número, en la masa y la normalidad. La primera vez que llevé gabardina al instituto, diecisiete años, patillas despobladas, ganas de comerme el mundo, ahí estabais, con vuestra mirada censora, vuestro asqueroso uniforme de colores, vuestra estúpida sensación de superioridad.

No es sólo el aspecto lo que detestáis, es la incomprensión ante el desconocido refulgente, el no poder encasillarle en vuestras limitadas categorías. Todo tiene que estar etiquetado en el mundo reducido en el que os movéis, todo tiene que llevar un código de barras que os indique la forma de actuar, la chanza más apropiada, la comparación más odiosa.

Me gustaría poder dedicaros palabras de esperanza, de cambio, de confianza, decir que todo cambia, que ha habido tiempos mejores y que quizás vuelvan algún día. Pero ya no tengo ganas, hoy al menos. Hoy sólo os deseo que os hagáis viejos con veinte años, que sigáis hablando en vuestras tabernas de vuestros temas deprimentes, que os sequéis dentro de esos trajes grandes como sudarios.

A nosotros siempre nos quedará el underground, pequeño, sucio y sin futuro. Pero nuestro, construido piedra a piedra por los que nos sucedieron, aislado de vuestros focos y grabadoras, hermético a vuestra maldad cotidiana.

La foto es de Bob Gruen, tomada en un autobús de transporte aeroportuario a finales de los setenta. En ella sale un chico que tocaba en un grupo, del cual todos recordamos su nombre. Del resto no sabemos nada.

jueves, 14 de mayo de 2009

Birdland 60´s Club

Con el nombre del famoso espacio de jazz de Manhattan se inaugura hoy en Madrid un nuevo club dedicado a los sonidos sixties: Garaje, Freakbeat, Psicodelia, Rithm & Blues, Soul...

Y empieza a lo grande, con fiesta en la Sala Clamores (C/Alburquerque, 14) de 2 a 6 de la mañana. Antes habrá prefiesta en el Espiral Pop (C/San Andrés, 23) para ir estirando los hipsters y tomando contacto con los interfectos que acudan al evento.

El Birdland comienza trayendo a Rob Bailey, tipo para el que no hacen falta presentaciones, que despierta adhesiones y odios por igual, pero que sin duda es probablemente el ponediscos más conocido de la escena internacional. Miguel Ygarza, coloso madrileño del vinilo, Sr. Patilla y Dani Le Style completan la escuadra de ataque.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Los cinco duros


Salíamos del colegio a la una, no sé si por temporadas nos quedábamos en la calle hasta las dos menos cuarto, que subíamos a comer, pero mientras teníamos los primeros momentos de parque, de pachanga futbolística, de buscarnos cualquier cosa. Hacíamos de todo, en invierno patinábamos en un gran charco helado que se formaba a la sombra de los bloques, nos daba tiempo a unas chapas si era primavera y ya estaba la vuelta, con Pino, Cabestany o Sean Kelly.

Otro de nuestros entretenimientos preferidos era hacer fogatas. Sí, quemar cosas por el mero placer de quemarlas, juntar unos papeles que encontrábamos por el suelo, unas hojas secas y a arder. Nos poníamos alrededor, como vagabundos newyorkinos, como artistas destructores, como críos de siete años sintiéndose mayores.

Una vez encontramos una revista porno entre unos arbustos. Estaba mojada por la lluvia, tanto que se deshacía si no la tratabas con cuidado. Las pobre rubias siliconadas, con el pelo cardado y aquella lencería fucsia de cadera alta, nos duraron poco, fue nuestro primer encuentro efímero con el sexo.

Pero una de nuestras mayores diversiones eran las máquinas, que era como se llamaban los videojuegos. Estaban en los bares, que en nuestro barrio estaban dentro de un mercado, y mientras que el pescadero se tomaba una caña, y el repartidor de la panificadora se fumaba un Ducados, nosotros nos apelotonábamos frente a la pantalla. Pasábamos más tiempo viendo a otros jugar que haciéndolo nosotros, eramos más pequeños y no teníamos dinero. Se establecía una guerra fría entre los bares por ver quien era quien tenía la máquina más nueva, honor circulante cada pocos meses. Pasamos por todos los géneros posibles, que en aquel momento no tenían nombre anglosajones como sandbox o beat´em up, si no denominaciones mas descriptivas, a saber: defutbol, denaves, degolpes, deninyas, deespadas...

Las madres, que eran una categoría social, como la judicatura o los fabricantes de alpiste, estaban preocupadas por tan pernicioso invento, que además nos mantenía horas dentro de los bares (anticipando lo que sería nuestra vida futura). La mía incluso me olía la ropa, y por el pestazo a fritanga y tabaco sabía más o menos el tiempo de permanencia frente al cacharro. Para evitar este problema, y que nos diera el aire, cortaron el grifo del dinero, nos negaron los cinco duros, moneda de referencia en la infancia, grande, plateada y recia. Esto significó no sólo perder la oportunidad de destruir naves marcianas, si no dejar de comprar cromos, moras de gominola y cerillas.

Y en justo en ese aciago momento, apareció en la cafetería Felcan una nueva máquina. Era mágica, consistía en un torneo de lucha entre personajes mitológicos, medusa vs el minotauro y cosas así. Lo mejor es que se podía jugar a dobles cooperando contra el programa, y uniendo las habilidades para destruir al peligroso rival. Y nosotros sin dinero.

Yo se lo pedí a mi madre, que conste, traté de explicarla que poder jugar con Jason, el tipo de la película de los esqueletos vivientes, era una necesidad, un imperativo vital para mí. Pero ella me dijo que no, claro. Entonces se me cruzó por la cabeza, fugaz, caliente, picante. Sabía donde guardaba el monedero, y podría cogerlo. Me acerque a la cocina aprovechando que estaba tendiendo, abrí despacio el cajón, y allí estaba la pequeña bolsa de cuero marrón. La abrí y cogí los cinco duros.

Me bajé a la calle, impulsado por un chorro de adrenalina, era un fugitivo huyendo con su botín, había cruzado la linea de la ley, y estaba al otro lado. Jugué sin ningún tipo de complejos, y al acabar seguí mirando la máquina tranquilo. Subí a casa a comer, y todo iba más o menos bien, pensaba que podrían interrogarme unos oficiales nazis, pero yo no diría nada. Y ocurrió.

Al irme de nuevo a clase, y dar un beso a mi madre, ella me dijo que esperara, fue a por su monedero, que yo contemple con una extraña sensación de conocimiento, y me dio cinco duros, sonriéndome, buscando mi complicidad.

Yo salí de casa como pude, casi mareado, con un nudo en el estómago y ganas de llorar. Las imágenes se repetían en mi cabeza como un bucle, el robo y la generosidad, la generosidad y el robo. Y la moneda de cinco duros en mi bolsillo, quemando, pesando toneladas de culpa.

Me desvié de la ruta hacia el colegio, fui a un parque e hice un hoyo. No sé si los cinco duros seguirán aun allí.

martes, 12 de mayo de 2009

Fallece Antonio Vega


Muere el músico madrileño a los 51 años de edad.

Los buenos siempre perdemos, por eso cuando ganemos será grandioso.

lunes, 11 de mayo de 2009

Arthur Brown en los Monegros

Los organizadores del festival / muestra artístico-rural, estoesloquehay (San Juan del Flumen, Huesca, 19-21 junio 2009), nos mandan esta interesante información sobre su evento y la actuación de Arthur Brown:

Arthur Brown es uno de los artistas más impactantes de los años sesenta y setenta, considerado uno de los pioneros del shock rock y del rock progresivo y psicodélico. Este cantante inglés consiguió alzarse en las listas en pleno 1968, el año del verano del amor, gracias a sus pegadizos singles y a una puesta en escena única que creó escuela.

Su iniciático álbum “The Crazy World Of Arthur Brown” dejó de piedra a una audiencia que estaba en pleno viaje floral producido por todo el movimiento hippy. Mientras muchas otras propuestas de la época hablaban de amor, paz y flores, Brown dejaba clara su postura afirmando aquello de “soy el dios del fuego infernal y te traigo fuego”. Brown comienza a adquirir una fama en directo debido a sus chocantes interpretaciones, llenas de teatralidad y provocación, en las que solía salir a escena con un casco llameante, o incluso desnudo, lo que le acarreó algunos problemas con la justicia en aquellos años.

Brown lideró el movimiento psicodélico británico e influyó de forma considerable en sus amigos Jimi Hendrix, Pete Townshend de The Who, o Mick Jagger. En aquel tiempo, giró con The Doors, Janis Joplin, Jefferson Airplane, Blue Cheer, Iron Butterfly, Ten Years After o Ginger Baker. Todos ellos alucinaron con el camaleónico artista y aprendieron de él que la teatralidad puede ser un ingrediente más de la música.

En lo artístico, Arthur Brown es un crisol de tendencias y personalidades, en muchas de las cuales es un pionero: Su mirada intensa sobre el blues y el soul le sitúan al mismo nivel que Captain Beefheart o Van Morrison. Cuando canta en los tonos graves recuerda a Frank Zappa, en los medios a Scott Walker y en los agudos es el padre del heavy: una mezcla entre Ian Gillan y Ozzy. En el escenario, su vena histriónica le pone en contacto directo con Screamin’ Jay Hawkins y Lord Stutch (su puesta en escena inspirará a Alice Cooper). Sus ritmos groove y la presencia del órgano hammond tocado por su compañero Vincent Cramer, coloca a The Crazy World en la liga de Brian Auger o Alan Price. Y su voz susurrada cuando declama alguna de sus letras y poemas sobre una intro cabaretera, “Fanfare: Fire (Poem)“, es el anticipo del propio Jim Morrison. Más adelante bandas como The Sex Pistols, Marilyn Manson o The Prodigy reconocieron tambien su influencia. Todo un “fenómeno” (temática de la séptima edición de la muestra) que ofrecerá con su banda en San Juan del Flumen (Huesca) un único concierto en España y en exclusiva para el festival ‘Estoesloquehay’.

*Cierre de programación*

En los próximos días se cerrará el resto de la programación artística de Estoesloquehay. Esta muestra artística rural, única en España, llevará distintas manifestaciones de la cultura contemporánea más heterodoxa a esta localidad altoaragonesa de los Monegros entre los días 19 al 21 de junio de 2009.

Hasta el 10 de mayo continúa abierto el plazo de recepción de inscripciones a través de la web www.estoesloquehay.com para todos aquellos artistas que quieran participar tanto en la exposición colectiva como en las actuaciones que transformarán la vida del pueblo durante tres intensas jornadas de verano.

San Juan del Flumen, está situado en las inmediaciones de Sariñena, en el magnífico marco natural de los Monegros. Esta localidad se localiza a unos sesenta km. tanto de la capital oscense como de Zaragoza.
Esta muestra itinerante se desplaza cada año a una localidad diferente del Alto Aragón, celebrándose en ediciones anteriores en Riglos, Albero Bajo, Salillas, Pomar de Cinca, Salas Altas y Sesué. Estoesloquehay mantiene su carácter multidisciplinar, su vocación de evento dinamizador de la vida social y cultural de los pueblos del Alto Aragón, y ha evolucionado ofreciendo en su programa un amplio abanico de actividades gratuitas para todos los públicos: exposiciones repartidas por la localidad, proyecciones, actuaciones nacionales e internacionales con figuras de primerísima línea, así como otras actividades que han consolidado el festival como una de las propuestas más interesantes y sorprendentes del calendario cultural aragonés.
Estoesloquehay está organizado por Grupo Andante, una asociación cultural oscense que tiene como objetivo la realización y difusión de muestras multidisciplinares, producciones de espectáculos y montajes de exposiciones en entornos alejados de los circuitos culturales habituales. La dirección y coordinación de la muestra está a cargo del creativo y gestor cultural oscense Pablo Pérez Terré. Estoesloquehay 7ª Edición está patrocinada por el departamento de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de Aragón, el Ayuntamiento de Sariñena, la Comarca de los Monegros y la Diputación Provincial de Huesca, y cuenta con la colaboración entre otros del Festival de Cine de Huesca, Ambar y la Fundación Anselmo Pié.

viernes, 8 de mayo de 2009

Citas para el fin de semana

Un viernes más la escena madrileña se pone en acción para que podamos escapar por unas horas de la rutina y el tedio del que somos cómplices diarios. Hoy a partir de las 22.30 en Cuatro Club (C/Fomento, 16) vuelven los 6T´s Sounds Agents con su propuesta de música negra, R&B, northern, modjazz y demás ritmos para enriquecer el alma. Anuncian que para los diez primeros en llegar habrá CD de regalo.

Y mañana, Sábado 10 a partir de las 22:30, podríamos hablar de una edición especial del club Teenage Kicks, dedicado como no a los 30 años del Mods Mayday. Tendrá lugar en el Groovie (C/ del Tesoro, 5). Una noche que estará llena de himnos generacionales mod revival y new wave, para que la muchachada cante, baile y se despendole.

jueves, 7 de mayo de 2009

Mods Mayday, 30 años

Para los no iniciados en la cosa modernista, el Mods Mayday es la grabación del concierto Mods Monday, celebrado en un oscuro y desaparecido pub del East End londinense (Bridge House) el 7 de Mayo de 1979. En el intervinieron los Purple Hearts Secret Affair como cabezas de cartel, Merton Parkas, Small Hours, Mods (estos se quedaron calvos de pensar el nombre), Beggar y Squire.

Este concierto se considera de una u otra forma la confirmación oficial de que en la Inglaterra de finales de los 70 la contracultura mod había vuelto a las calles, y sin ser aun masiva, ya había salido de las catacumbas en las que había estado desde mediados de la anterior década.

Si les interesa esta grabación no es difícil de conseguir, ya que está editada en CD, reeditada en LP y del album original circulan todavía un número considerable de copias. El sonido no es precisamente cristalino, y los grupos no son unos adalides del virtuosismo, pero es que de eso se trataba, de un concierto de juliganeo y puño en alto coreando los temas.

El revival es el palo pobre de la escena, pero nos guste o no, y a algunos les aterra, todos somos hijos suyos. Si hoy hay gente interesada en oscuros solistas de early soul es porque hace treinta años estos chicos cogieron sus guitarras y reinterpretaron en clave new-wave los sonidos más básicos de los sesenta. A este resurgir le llovieron palos por todos lados: prensa musical inglesa, el lado más arty, oscuro e intelectual de la nueva ola, palos de verdad por parte de Skins y Punks. Pero los más fuertes los recibió años después por parte de los propios tipos que habían descubierto que era un traje de tres botones gracias al in the city, presuntos faces avergonzados de su pasado.

Una efeméride es una oportunidad más para descubrir esta deslumbrante y fugaz época. En estos últimos meses han aparecido varios libros sobre el resurgir modernista, Historia de un renacer (Lenoir), de Robert Abellá, y Ahora, no mañana (Milenio), de Pablo Martínez Vaquero, centrado en el interesante periodo inicial de la escena española, son algunos de ellos. Ah!, y por supuesto no se olviden de visitar El Sonido de 1979, probablemente la guía definitiva para entender el momento en el que los chicos del abrigo verde volvieron a mandar en las calles de Londres.

lunes, 4 de mayo de 2009

Cinco razones para amar a The Knack

#1.- Por ser una estupenda introducción al Free Cinema británico, en su vertiente más pop pero no menos crítica con el stablishment de la sociedad británica. Dirigida por Richard Lester en 1965, El knack y como conseguirlo, cuenta la historia de una chica de provincias recién llegada a Londres y de un joven maestro de escuela con escaso éxito con las féminas. Al final acaban juntos, pero para saber como y porque tenéis que ver la película.

#2.- Por tener un ritmo y una narración visual sorprendentes hasta hoy mismo. Esta película es un experimento comprensible, se apuesta por nuevas formas de ver el mundo, pero al final el espectador comprende lo que se le ha querido contar a través de las imágenes. Tiene escenas como la de las puertas, que por si solas justifican el romper con todo lo anterior. Es posible que el resultado final conjunto se encuentre por debajo de otros clásicos de la época, pero quien no arriesga no avanza. Ah!, por cierto, para los que denigran este tipo de cintas, gano la Palma de Oro en Cannes.

#3.- Por su banda sonora. Jazz Moderno compuesto por John Barry, una música perfectamente adaptada al momento, 1965, puente entre el Londres Mod y la época del colorista Swinging.

#4.- Por Rita Tushingham, la actriz que ven en el cartel promocional francés de ahí arriba, extrañamente guapa, perdida, como si se hubiera caído de una nube en medio del caos. Que de chicas normalmente arrebatadoras dio el free cinema.

#5.- Por el personaje de Tolen (Ray Brooks), perfecto mocker motorizado, zapatos winklepickers, traje negro ajustado y mucho mojo. Lo bueno del asunto es comprender que significa este nuevo elemento, no es importante por su profesión, su status o su clase, es lo que es por él mismo, por la construcción de una identidad al margen de lo establecido. Puede que sea poco, puede que no acabe muy bien, pero es mejor que hundirse en la miseria cotidiana. Además se liga, entre otras muchas a Jane Birkin.

domingo, 3 de mayo de 2009

Inmoralidades

"En mayo del año pasado la FAO reclamó 6.000 millones de dólares para atender hambrunas inmediatas. Sólo se recaudaron 4.000. Si es demagogia decir que no dan dinero a la FAO para que luche contra el hambre y, sin embargo, dan miles de millones de dólares a los bancos, para que luego paguen grandes primas a sus directivos o para salvarle la cara a los bancos que han perdido dinero en la pirámide de Madoff Los ciudadanos tenemos que reclamar el fin de esa inmoralidad, no dar un euro más a bancos corruptos que se llevan el dinero a paraísos fiscales, que financian actividades puramente especulativas, mientras hay tanta gente padeciendo."

Juan Torres, hoy, en una entrevista en Público.

La Crisis financiera, guía para entenderla y explicarla, libro en formato .pdf y gratuito aquí.

jueves, 30 de abril de 2009

This time tomorrow - The Kinks


This time tomorrow where will we be
On a spaceship somewhere sailing across an empty sea
This time tomorrow what will we know
Well we still be here watching an in-flight movie show
I'll leave the sun behind me and watch the clouds as they sadly pass me by
Seven miles below me I can see the world and it ain't so big at all
This time tomorrow what will we see
Field full of houses, endless rows of crowded streets
I don't where I'm going, I don't want to see
I feel the world below me looking up at me
Leave the sun behind me, and watch the clouds as they sadly pass me by
And I'm in perpetual motion and the world below doesn't matter much to me
This time tomorrow where will we be
On a spaceship somewhere sailing across any empty sea
This time tomorrow, this time tomorrow

martes, 28 de abril de 2009

Extracto del manifiesto de los Jóvenes Airados

Malcolm McDowell poniendo las cosas en su sitio.

"Por su propia naturaleza, el artista estará siempre en conflicto con el hipócrita, el mezquino, el reaccionario, y siempre habrá alguien que no comprenda la importancia de lo que está haciendo; siempre deberá luchar en nombre de sus opiniones".

viernes, 17 de abril de 2009

La suerte de Jim

"El amor es privación y desconocimiento"


Lucky Jim


1954, Kingsley Amis

lunes, 13 de abril de 2009

La allnighter


Llegue a la estación un poco más tarde de la hora prevista, y en el sitio indicado tiré de teléfono para localizar a mis compañeros de viaje. En el hall de la estación de autobuses, rodeado de desconocidos, como en un aeropuerto pero con gente más pobre, me contestaron:

- Te estoy viendo

Me giré y les localicé, centrando mi atención en ellos, que destacaban entre la gente de la cafetería como la parte limpia de un espejo empañado tras una ducha. Gafas de sol, traje de tres botones, jerseys de rayas, polos Fred Perry, jarras de cerveza a las diez de la mañana, y sobre todo un aspecto de seguridad, de quien tiene una misión irrenunciable.

Así suelen comenzar estas cosas, lo que nosotros llamamos siendo generosos allnighters, fiestas de una noche, pero que se prolongan durante todo un día entero. Reuniones de gente extraña que hace cientos de kilómetros para escuchar pinchar ese disco, para poder gritar esa melodía, para vivir la vida total por unas horas.

Llegas a cualquier ciudad y alguien te recibe. Eso no le pasa a todo el mundo, a nosotros sí. Como una logia exigua, pero repartida por cualquier recoveco, algún compañero de armas te enseña que costumbre etílico-gastronómica se cuece en el nuevo campo de juego. Lo apasionante es la llegada de la gente a cuentagotas. No llegamos todos a la vez porque pensamos en el espectáculo, porque nosotros mismos somos un espectáculo. Nos gusta saludarnos como si hiciera años que no nos veíamos, entrar poco a poco, como en un programa de variedades donde las estrellas van haciendo su aparición bajo los aplausos de la gente.

Las conversaciones. Hablamos siempre de lo mismo, pero cada vez que lo hacemos es diferente. Hablamos sobre todo de los detalles, es como si pudiéramos ver en un espectro de luz más amplio del habitual, como si escucháramos en otra frecuencia. Hablamos en clave, contamos historias que no interesan a nadie, salvo a nosotros, que nos apasionan. Porque de eso se trata, de pasión, de objetivo a conquistar, ahora, no mañana.

Y llega el momento de llegar al bar. Me encanta ese instante en el que la música generalista que había se apaga y suena el zumbido de la aguja sobre el surco, el momento previo a que empiece todo. ¿Y que es lo que sigue?, horas de electricidad subversiva, una eternidad limitada de triunfar sobre la mediocridad de lo cotidiano. Veo la complicidad en los ojos de algunos, es como una conspiración del estilo a la vista de todos pero de la que pocos se dan cuenta. Caen las canciones como explosiones en un espectáculo pirotécnico, y generan reacciones de todo tipo, pero nunca de indiferencia. En los mejores momentos incluso hay aplausos hacia la cabina, agradecimiento por esa deferencia de compartir los tesoros privados.

Del final mejor no hablo, porque es algo como esto, es recordar, es una depresión grupal, como alguien que ha buceado muy profundo y ha ascendido demasiado rápido. Sólo nos queda pensar en la siguiente, y adornar los días que falten lo mejor que podamos.

lunes, 6 de abril de 2009

Arreglando problemas al estilo Belushi


Queridos lectores, no nos desintonicen, estamos arreglando unos problemas técnicos y en breve volveremos a la carga.