jueves, 2 de julio de 2009

Al final teníamos razón


El saltador de trampolín se dispone a lanzarse al vacío. Cierra los ojos, tensa los músculos, deja su mente en blanco antes del momento, y recuerda que es lo que le ha llevado hasta ahí.

Es posible que a mi me pase algo parecido, ante el gran salto pienso de donde vengo, y que es lo que me ha hecho como soy. Sin exagerar, creo que una de las partes más fundamentales de la vida de una persona son los discos que ha escuchado, los libros que ha leído, las películas que ha visto, y esto es lo único que sabes que no te va a fallar, lo único a lo que asirse en los momentos difíciles.

Siguiendo esa ruta trazada por uno mismo, el azar o la gente que te rodea, me acuerdo de Earth Angel, la canción originalmente grabada por The Penguins en 1954, pero que yo, como supongo la mayoría, escuche por primera vez en esta versión realizada por un grupo inventado para la película Regreso al Futuro.

La escena en que Marty McFly, el chico del salvavidas por chaqueta, toca la guitarra junto a ellos, es una de las mejores de la trilogía de Zemeckis. Todo pende de un hilo, si sus padres no se besan en el baile del encantamiento bajo el mar, él desaparecerá a causa de una paradoja temporal. Todos hemos visto la película una y mil veces, sabemos que acaba bien, pero cuando el protagonista apenas puede sostener la guitarra y encajar un acorde, aun tememos por su suerte. Al final, y coincidiendo con la entrada de los violines, el asustadizo George McFly besa a Lorraine y todo vuelve a su cauce. Es en ese momento cuando casi nos levantamos y aplaudimos y agitamos los brazos en plan deportista exhausto que cruza la meta.

La canción siempre me gustó, pero hubo un tiempo que no lo podía reconocer. Como decir a tus amigos adolescentes que algo de hace cincuenta años te parece estupendo, y además, algo que habla de puro y simple amor. Inadmisible. Para decirte lo que había que oír ya estaban los cuarenta criminales, buque insignia de referencia para los supuestos chicos-en-la-onda de aquel entonces (hoy ya ni eso, están los politonos). Además el cinismo dominante, el nada importa y el todo es mentira, hacían, hacen, imposible declararse pasional, entregado y conmovido.

Supongo, sé, que el vacío a un chico de once años le duele, el sentirse fuera de lugar, absoluta y totalmente ajeno al mundo donde vive. Por eso es agradable mirar atrás con ira y ver que al final ellos eran los que estaban equivocados, ellos eran los que ahora llevan vidas comunes, tristes y desapasionadas. Vidas de esas que no duelen porque siempre están en la misma linea, no como otras, en las que se reciben fuertes golpes por haber subido muy alto.

Al final teníamos razón, por eso, la próxima vez que regalen, recomienden o rueguen a alguien querido que lea, escuche o vea algo que les ha marcado sepan que le están haciendo el favor más grande de su vida.

3 comentarios:

Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...

Porno, kudasai

Anónimo dijo...

Pues me estás ganando como lectora. Son muy interesantes las reflexiones, pero a mí también se me viene otra a la cabeza y es que nadie nos va a quitar nunca ese sentimiento de haber tenido 11 años y sentirte diferente. Es imposible recuperar el tiempo perdido; y eso a veces duele auqnue nos haya marcado y hecho lo que somos ahora. O no. Mara
Felicitaciones por el blog