lunes, 13 de julio de 2009

Las cuatro y trece de la madrugada

Me desperté y miré el reloj que tenía en la mesilla, barato, digitalmente chino, marcaba las cuatro y trece de la madrugada, aun me quedaban unas cuantas horas por delante hasta que sonora con el zumbido sincero que me recordaría el día tan prescindible que tenía por delante.
Todos los días de la semana me parecían iguales, por eso no recuerdo si la noche siguiente fue Jueves, o Martes, pero lo que sí sé es que volví a despertarme. Sin sobresaltos, sin un temor especial o un desasosiego concreto, sólo abrí los ojos, como cuando despiertas una mañana de vacaciones de verano. Y miré el reloj, las cuatro y trece de la madrugada.
Cuando pasaron un par de días más empecé a preocuparme, no me levantaba cansado, pero me acostaba con la incertidumbre sobre la almohada.
Un Miércoles, y esto si lo recuerdo porque en la tele bramaban sobre el partido de Copa de Europa que se jugaría unas horas después, estaba en el bar con un tercio y un aperitivo de patatas ali-oli, esperando el bocadillo que había pedido. Se me coló por el oído izquierdo, como si me entrara agua en la piscina. Una de las vecinas de barra, probablemente funcionaria o administrativa de algún banco de la zona, estaba contando a sus compañeras exactamente eso, justo lo que a mi me pasaba. Dudé al principio si era cierto, pero cuando me giré para verla vi a otro tipo, de unos cincuenta años, barba recortada y carrillera descolgada, como la miraba estupefacto. No dije nada, era como haber recibido un balonazo en la nariz de esos que hacen que veas luces y oigas un pitido de línea telefónica.
Al llegar a casa encendí el ordenador como de costumbre, casi antes de quitarme los zapatos e ir al baño a mear. Revisé un poco, bastante compulsivamente mi correo y mis cuentas de redes sociales, tan de moda esos días. En una de ellas, entre estupideces de todo calado y gestos bochornosos de exhibición publica vi algo que acabo de hacerme sentir el escalofrío por la espalda, que aunque tópico, se repite desde que eres un crío cuando algo te asusta de verdad: "Gente que nos despertamos a las 4:13 de la Madrugada. Hazte Fan".
A partir de ese momento todo se aceleró, creo que no pasó ni un día hasta que vi la noticia en los gratuitos que repartían en el metro, y de ahí a la televisión. Al principio era una noticia de sección de curiosidades, la daban como algo pintoresco, misterio de relleno de crema. Al poco tiempo el relleno era sólido y poco digestivo, de los que ocupan portadas y cabeceras, de los que se adornan con declaraciones de autoridades públicas pidiendo tranquilidad y expertos de todo tipo aderezando en las tertulias lo que nadie comprendía.
No quedaba en dos semanas y poco país en el mundo que no sufriera los efectos del despertar, cada uno en su huso horario, todos a las cuatro y trece de la mañana. El espectáculo se hizo presente, desde raperos blancos rimando el suceso hasta sectas milenaristas hablando del fin, el Papa de Roma rogaba por nosotros, Bill Gates creaba una fundación y Bono de U2 daba un concierto solidario (nunca supe como y para quien). Hubo algunos suicidios en masa, incluso algún empresario expresó su deseo de adaptarse a las nuevas circunstancias y empezar la jornada laboral una hora después, se crearon nuevos programas en esa franja horaria, y los publicistas, siempre tan atentos, crearon decenas de nuevos anuncios.
Y hace una mes paró. La noticia la dieron en España por la tarde, los japoneses habían dormido una noche entera sin problemas. Yo no me enteré, y al menos experimenté el placer propio el día después, incluso me llegue a creer especial, a especular con que yo fui el primero en empezar y el primero en acabar.
Se han dado todo tipo de explicaciones, desde tormentas solares a cometas, desde deseos divinos hasta influjos malignos, pero ninguno ha resultado concluyente. La gente parece querer olvidare rápido, hacer que nada ha pasado, borrar aquella canción que descargaron y seguir con sus vidas. Yo hago lo mismo, pero siempre me pregunto por qué pasó, si tuvo un objetivo o si ocurrió algo que aun no sabemos. Me asusta pensar que a las cuatro y trece vaya a pasar algo grave de verdad y esto sólo haya sido un anticipo. Me aterra que a las cuatro y trece no pase nada, ni a las cinco ni a las siete, un sueño global perpetuo, una muerte en la cama por inanición, miles de millones de despertadores sonando sin que nadie los apague.


Pequeño homenaje de La Aurora a la Semana Negra de Gijón.

4 comentarios:

i! dijo...

joder dani, me tenías espectante desde hace meses total para que no pase nada!!! xDDD

i! dijo...

* expectante jejeje

Daniel Bernabé dijo...

A lo mejor lo terrible es eso, que nunca pasa nada. (lealo con linterna en la cara y acorde desafinado de piano que ha caído por unas escaleras)

Anónimo dijo...

Y por qué tendría que pasar algo? A mí no me ha decepcionado de lo mejor que ha escrito últimamente, cuando he visto el título ya estaba enganchada.