Reconozco mi debilidad personal por Auster. A finales de los noventa un buen amigo me recomendó El Palacio de la Luna, diciéndome que era del tipo que había escrito el guión de Smoke. En aquellos momentos de carencia cultural, pero de unas ganas inmensas por devorar todo lo que caía en mis manos, leí el libro con ansiedad, acabándomelo en un par de noches de verano.
Durante todos estos años este escritor ha sido una de mis constantes literarias. He presenciado la popularización de su obra en España, pese a que cuando yo lo empecé a leer no era precisamente underground, y por lo menos en este caso, y al margen de maniobras comerciales, el público parece contar con un cierto gusto.
Es casi una ley física, si lo pensamos detenidamente, que un escritor que cuenta con un estilo accesible, una narración cinematográfica, historias interesantes (de esas que se cuentan entre amigos tomando algo), y cierto carisma personal, acabe llenando los lineales de las librerías.
Un hombre en la oscuridad es el último trabajo publicado en España del narrador de Brooklin, y posee todas las señas de sus anteriores trabajos. El juego de múltiples realidades, las historias entrecruzadas, la casualidad como motor del cambio vital y una preocupación por su país, Estados Unidos. Aun así este es un libro menor dentro de la obra austeriana.
Paul Auster es criticado a menudo por la repetición incansable del esquema narrativo, por, siendo directos, contar siempre lo mismo, de la misma forma y cambiando sólo los detalles externos. Sí, es cierto. Como también lo es que lo hace muy bien, y que la aparente sencillez aquí es una virtud. Lo que ocurre es que su producción no siempre está en la misma nota, y en este libro se percibe una cierta prisa, una cierta dejadez, y sobre todo un espíritu pre-Obama que le ha dejado algo fuera de lugar. Es un poco la necesidad de arremeter contra la anterior administración gubernamental, la del amaño electoral, los pies en la mesa y los cien mil muertos, y rodear esto de un trasfondo narrativo.
Por otra parte cualquier escritor de esta proyección comercial, y duración en el tiempo, alejada de las explosiones de bidones de gasolina, acaba siendo una máquina maravillosa de hacer dinero. Siempre queda la duda de si el nuevo libro, además de ser un producto, es un producto propio. Al menos con Auster sabremos que pasaremos un buen rato.
Durante todos estos años este escritor ha sido una de mis constantes literarias. He presenciado la popularización de su obra en España, pese a que cuando yo lo empecé a leer no era precisamente underground, y por lo menos en este caso, y al margen de maniobras comerciales, el público parece contar con un cierto gusto.
Es casi una ley física, si lo pensamos detenidamente, que un escritor que cuenta con un estilo accesible, una narración cinematográfica, historias interesantes (de esas que se cuentan entre amigos tomando algo), y cierto carisma personal, acabe llenando los lineales de las librerías.
Un hombre en la oscuridad es el último trabajo publicado en España del narrador de Brooklin, y posee todas las señas de sus anteriores trabajos. El juego de múltiples realidades, las historias entrecruzadas, la casualidad como motor del cambio vital y una preocupación por su país, Estados Unidos. Aun así este es un libro menor dentro de la obra austeriana.
Paul Auster es criticado a menudo por la repetición incansable del esquema narrativo, por, siendo directos, contar siempre lo mismo, de la misma forma y cambiando sólo los detalles externos. Sí, es cierto. Como también lo es que lo hace muy bien, y que la aparente sencillez aquí es una virtud. Lo que ocurre es que su producción no siempre está en la misma nota, y en este libro se percibe una cierta prisa, una cierta dejadez, y sobre todo un espíritu pre-Obama que le ha dejado algo fuera de lugar. Es un poco la necesidad de arremeter contra la anterior administración gubernamental, la del amaño electoral, los pies en la mesa y los cien mil muertos, y rodear esto de un trasfondo narrativo.
Por otra parte cualquier escritor de esta proyección comercial, y duración en el tiempo, alejada de las explosiones de bidones de gasolina, acaba siendo una máquina maravillosa de hacer dinero. Siempre queda la duda de si el nuevo libro, además de ser un producto, es un producto propio. Al menos con Auster sabremos que pasaremos un buen rato.
1 comentario:
Bueno, si tú lo recomiendas. Yo es que cuando voy a la librerías y veo sus libros repetidos me da pereza comprarme alguno. No sé; será cuestión de probar y de desterrar prejuicios sobre la literatura de las masas. Mara
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