sábado, 17 de mayo de 2008

Vanguardia

La Fuente, Marcel Duchamp,

"La obra de vanguardia no se produce con la intención de ser interpretada, sino con la finalidad de producir un impacto y agotarse en ese choque...
Los productos (de la obra de vanguardia) quedan , como el paisaje después de una batalla, a modo de restos de una guerra fallida que han perdido su razón de ser y que se perpetúan, insólitamente conservados, en aquella esfera cultural separada, (los museos, las galerías, las colecciones, y en definitiva, la institución del arte) que ellos habían nacido precisamente para destruir, amparados por el entorno que detestan, derrotados en la pretensión de realizarse en la vida, y condenados a permanecer presos y rehenes de sus enemigos, colaborando contra su voluntad en la legitimidad del sistema social contra el cual levantaron sus armas. De ahí la particular impresión de desnudez, orfandad y desamparo que despiertan estos objetos, que ya no quieren ser juzgados con los cánones del juicio estético -porque han descubierto que el placer de la belleza era una coartada bajo cuyo amable velo se ocultaban la devastación, el exterminio, la explotación y el sufrimiento-...
Dado que han perdido toda su "efectividad", todo su sentido literal (son armas que ya no disparan, que han mostrado su fracaso en el campo de batalla, y que el enemigo ha reducido , para su escarnio, a la condición de piezas de museo que le recuerdan su victoria, a la condición de "obras de arte", de inofensivas y desgastadas metáforas), la única alternativa a ese abandono es aquella otra de la cual querían huir, la interpretación...
Si se puede leer, si se puede interpretar, entonces es que no se ha realizado, es que no se ha confundido con la vida, es que, a pesar de su afán subversivo, se ha vuelto legible, interpretable, es que se ha convertido en espectáculo, es decir, en mercancía desprovista de todo poder transformador;"

Fragmento del Prólogo de José Luis Pardo a La Sociedad del Espectáculo, de Guy Debord

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