miércoles, 28 de enero de 2009

Salud mental y mantequilla

Mientras desayunaba hace un par de días tuve la certeza de que nunca podremos escapar de nuestro destino adverso. Todo por mirar la tapa de la mantequilla. Bebía la leche apresuradamente, mirando el reloj digital del microondas, cuando se me colaron unas imágenes inquietantes.
Dos negritos sonrientes, dos pequeños africanos felices aunque marcadamente pobres, me miraban con un gesto de agradecimiento abstracto. "Comprando (marca de mantequilla) estás ayudando a alimentar a un niño de (país africano), ellos te lo agradecen".
Me quedo petrificado mirando el objeto, con el pan en mi mano derecha y un ligero temblor en el ojo derecho, que augura tormenta de odio: "Lo habéis conseguido cabrones - pienso, viéndome a mi mismo como a Charlton Heston en el final de Planeta de los Simios- lo habéis conseguido, no sólo me habéis jodido el día, si no que me habéis atacado en la más profunda intimidad, la intimidad del desayuno, del pan con mantequilla".
La situación me pareció pornográfica, grotesca, la absoción del horror más puro, el hambre infantil en un mundo con capacidad para alimentarse varias veces a si mismo, transformada en una estrategia de marketing, en publicidad, en el mal. Los que crean el problema, lejos de ocultarlo, lejos de avergonzarse, nos lo ponen delante, se jactan, y además lo utilizan en su beneficio.
Y el día sólo acababa de empezar.
Entonces me di cuenta que si no escribo esta pequeña estupidez llamada blog, que si no hablo un rato con alguien sobre esta espiral de absurdez peligrosa en la que estamos metidos, mi salud mental peligra.
No vemos, nos leemos, un abrazo a todos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

A ver (entrelace los dedos, ponga las palmas de la mano hacia fuera y estire hasta oir un clack). Las artimañas del marketing apestan, como apestan los horóscopos. Pueden resultar hasta convincentes si crees en toda esa mierda. Pero el olerse la tostada y sentirse airado ante semejantes sandeces es más habitual de lo que imagina, querido Angry. Y a veces, es parte del juego que establecemos con los hijos de Satán.