jueves, 5 de febrero de 2009

Todos los caballos del rey - Michele Bernstein

Diversión: palabra y acto real, inherente al ser humano, absorbido, depauperado y devuelto en cómodos packs precintados, sólo dos minutos en el microondas. Consumir sólo en pequeñas dosis, y siguiendo cuidadosamente las instrucciones de uso.

Tómese diversión como sinónimo de autenticidad, experimentación propia, esto es, vivida por el propio sujeto, no observada, y creada, a drede, para vivir la propia vida.

Si quieren saber de que va lo de ahí arriba lean La sociedad del espectáculo, o Tratado del saber vivir, y si perciben algo, pero no se acaban de enterar, como yo, busquen otros libros, páginas o personas (esto último difícil pero altamente recomendable), que les aclaren, o al menos les sitúen, en la senda de la autenticidad vs. espectacularidad.

Pero Todos los caballos del Rey, escrita por Michele Bernstein, mujer de Debord y miembro de la I.S., no va de explicar teóricamente nada. Va de retratar La Vida (Total, añadirían los mods, sin saberlo). Y como protagonistas quienes mejor que ellos mismos, y la deriva por París, y los aprendices de profesionales del intelecto, siendo utilizados como herramientas de placer en las playas de la costa azul. "Gilles y yo no somos guapos. Pero tenemos aspecto de inteligentes y gustamos", sin concesiones, artificios o subterfugios, a lo Alí, danzando suavemente, golpeando brutalmente.

Se supone, y así fue, que esta novela fue escrita para recaudar fondos para la I.S. y de esta forma liberarse del trabajo asalariado. Yo creo que hubo algo más, con los situs siempre había algo más. Esto es el panfleto definitivo, el pasquín sin defectos, la llamada de atención por megáfono pero en código. Quien después de leerla no quisiera conocerles, vivir (como ellos), es porque era un cadáver o un imbécil, o ambas cosas a la vez.

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