miércoles, 25 de febrero de 2009

The Honeybus - (Do I figure) In your Life




Preciosismo sonoro, artesanía instrumental, pop melódico tan bien hecho que sólo de escucharlo aprecias la existencia de la música.

Tanto como que algunas cosas no cambien.

-Cambiaste, hiciste nuevos amigos, de esos que sonríen siempre, pase lo que pase, aunque no tengan motivo. De los que proporcionan posición, pero no apoyo. ¿Te acuerdas de mi alguna vez?
Cuando te veo no reconozco a quien conocí. La primera vez que estás con una persona es diferente de todas las demás, es como poner un disco de un gran grupo desconocido pero fundamental, al principio las notas te son ajenas, al poco ya forman parte de ti. Pero las canciones a veces se gastan, y por una cosa u otra ya no son lo mismo. Son los mismos acordes, pero ya no emocionan. ¿Crees que formo parte de tu vida?.

Me sonrojo, casi siento vergüenza de ver lo que prometías, hacía donde querías ir, y como estropeaste todo por tu inacción constante, tu perpetuo estancamiento, tu discurso eternamente circular. Hablabas de acción, de avanzar, de no parar nunca, y te quedaste en el mismo punto, girando como un reloj de trece horas. ¿Aun sigo a tu lado?

-No lo sé, pero podemos poner un disco como este y esperar a que acabe, y luego veremos...

lunes, 23 de febrero de 2009

Ciudad de ébano - Collin MacInnes

La historia no sucedió como nos la contaron. Y no me refiero a los grandes acontecimientos retratados en los documentales, que también, si no incluso a los momentos y lugares, y la gente que vivía en ellos. No tengo claro el mecanismo, pero como en casi todo, se impone una tendencia hacia el lugar común, hacía el tópico interesado.

¿Cuál es la imagen del Londres de finales de los cincuenta que tenemos? Uno de los tópicos es que el pasado es antiguo, brumoso y con una pátina de placidez que lo cubre todo. Mentira. En Ciudad de Ébano, novela de Collin MacInnes, aparecen dos ciudades que corresponden a los dos personajes que viven la historia, un trabajador social británico, blanco y aparentemente progresista, y un inmigrante africano, negro, también súbdito de la Reina Isabel y, sin saberlo, con un modo de vida vanguardista.

La historia que se nos cuenta es doble, pero única. Por una parte la del joven negro llegado a la metrópolis decadente, ciudad tardo-imperial, como élite que venía a formarse en las universidades del mismo país que colonizaba su tierra, y la del anglosajón abierto de miras, pero con un peso de siglos de conservadurismo larvado, que le hacía ejercer un paternalismo no pedido hacia los ciudadanos de la Commonwealth. Y todo narrado a un ritmo que ni el cine de la época tenía, optando por la multiplicidad de personajes y por una ética carente de trampas morales.

La ciudad es el campo de juego cambiante, en el que las calles adquirían un tono distinto con la noche, y en los edificios, aun en ruinas por las V2, se llenaban con clubs antillanos, soldados afroamericanos, y chicas blancas descubriendo vidas reales. No era fácil, en ocasiones peligroso, y casi siempre con un final inconcluso, pero era de verdad. Y había gente, poca, que transitaba la frontera entre ambos mundos, convirtiéndose en una especie de pioneros de la lucha contra la uniformidad.

"Nosotros los africanos no somos un pueblo que deposita sus días en una caja de ahorros, creemos que la vida nos ha sido dada para disfrutarla"

jueves, 12 de febrero de 2009

ARCO o el arte retrógrado

Visitantes de ARCO disfrutando de las arte-instalaciones

ARCO no vale ni como acrónimo, la Feria Internacional de Arte Contemporáneo ha comenzado otro año en Madrid, poniendo la nota colorista en informativos y periódicos. En Mercamadrid subastan todos los días carne, fruta y pescado y no despierta el mismo interés informativo. A nivel popular el tipo de arte expuesto en esta feria (Mercado de mayor importancia que el común, en paraje público y días señalados, RAE) no obtiene casi ninguna aprobación, lógico, lo cual no significa que se comprenda muy bien el significado de tamaño despropósito. El arte contemporáneo no cala entre la gente, bien, pero ocupa el terreno que antaño ocupo la vanguardia, desprestigiando a cualquier creación que se salga de lo común, mal. Vemos a continuación los puntos por los que ARCO, y lo que representa es detestable:

1.- La Vanguardia se concibe como elemento de impacto, tiene la misión de epatar, de causar un sentimiento profundo en el que lo observa, escucha o lee. Tiene un objetivo. El arte expuesto en este mercado carece de finalidad propia, existe como un elemento más, es por tanto prescindible por naturaleza.

2.- La Vanguardia sólo se concibe en un momento y lugar determinados. No tiene naturaleza trascendente, por el contrario, su naturaleza es agotarse en su propia finalidad, en su culmen , es decir, en el impacto provocado. Lo que criticamos aquí pretende perpetuarse, si no individualmente, sí como tendencia permanente.

3.-Si muchas Vanguardias de hace cien años aun siguen expresando algo es porque aun no han sido superadas históricamente, los posibles observadores de la actualidad aún siguen por detrás del momento de su creación. El arte actual de esta calaña tiene tanta capacidad de provocación de sentimientos como el cubo donde usted, apreciado lector, tira la basura todos los días.

4.-Es habitual que los medios hablen de entendidos en arte, o de que la gente, temerosa de su supuesta ignorancia, diga que no comprende la obra artística. El arte no necesita ser explicado, la obra debe valerse de si misma para provocar una reacción, sea la que sea. Si no lo consigue ha fracasado en su objetivo. La Vanguardia no necesita de expertos, el Guernica no requiere sesudos estudios, ni Un Perro Andaluz de largas explicaciones.

5.- Todo arte es deudor del mundo en que surge, este presunto arte es un perfecto vástago de nuestra realidad.

6.- La Vanguardia no requiere de intermediarios, su disfrute es libre y público y las reacciones que crea, o mejor dicho, cataliza, deben ser aceptadas sin más. Este trash posmoderno viene con guias, se ciñe a convenciones, se piensa para lo privado y censura las reacciones adversas que provoca, tachándolas de incultura.

7.- Mercado y Vanguardias son enemigos irreconciliables. El falso debate sobre que los creadores tienen que vivir de algo es una burda coartada en la que no vamos a entrar porque su sola mención nos ofende. Pretende ocultar que la única finalidad de este detritus estético es su valor de cambio, (carece del de uso), transformando a los creadores en artesanos bien remunerados, que elaboran productos con el único objetivo de su comercialización. He aquí el auténtico leit-motiv del asunto que nos ocupa.

8.- La cantidad de parásitos que zumban alrededor de la montaña de basura es espeluznante. Comisarios, tecnoartístas, representantes, starlettes, subasteros, clientes. Sí, clientes, ellos tampoco se salvan. Pueden ser acusados de mal gusto, pero no de estupidez. Ellos son quienes comprenden mejor que nadie la trama. Compran arte como compran acciones en la bolsa, esperando adquirir barato para luego vender caro.

9.- De el anterior punto se extrae la explicación, incomprensible para la mayoría, de como un montón de mierda puede valer un millón de euros. Especulación, palabra que a estas alturas de la película, querido-lector-hipotecado-a-cincuenta-años le debería ya sonar. La diferencia es que usted no puede vender la casa, porque hay muchas y no hay compradores, ni dinero, ni vergüenza.

10.- Por eso, si ha leído los nueve puntos anteriores, comprenderá porque usted, ni yo, ni Joaquín, el camarero que le sirve la cañas, podemos exponer en ARCO. No es porque nos falte el talento (bueno quizás a Joaquín sí), si no porque es necesario mantener el coto cerrado para que el valor de los objetos no baje.

11.- Y sí, la anécdota de que en la TATE una limpiadora tiró a la basura una creación-truño, confundiéndola, o mejor dicho, interpretándola como lo que era, un detrito, es cierta. Las trabajadoras de las limpieza de ARCO son la única vanguardia auténtica, real y sincera que ustedes encontrarán allí.

miércoles, 11 de febrero de 2009

Concierto de los The Del Shapiros

Este próximo Viernes 13 de Febrero los The Del Shapiros tocan en La Pequeña Bety, Madrid. Como sé, querido público, que son ustedes gente moderna, pero disoluta y de vagas costumbres, se lo recordamos con tiempo para que lo apunten en sus agendas, y no les sobrevenga luego una acidez estomacal al recordar la perdida cita mientras ven Callejeros.

martes, 10 de febrero de 2009

The Bluestars - Social End Product


"...I’ve been labeled as an angry young man
Because I don’t fit into the master plan
Under society’s microscope
I look funny but it’s no joke

I’m a social end product so don’t blame me
I’m a social end product of society
It’s not my fault that I don’t belong
It’s the world around me that’s gone all wrong..."

Grupo neozelandés prueba a zambullirse en el caldo musical del Londres del 66, sacan algunos singles con la Decca y esta les dice que ya está bien y que se vuelvan a su isla del fin del mundo. La banda, despechada, graba un single a modo de réplica.

Normalmente suele llover del cielo a la tierra, el sol suele salir por el este y un objeto no puede estar en dos lugares a la vez, normalmente. Pero a veces Newton nos falla y recurrimos a Einstein, añadimos energía y las cosas se complican, y se hacen más bellas, y ni el sol sale por el este, ni esta banda acaba sus días mirándose a los pies.

En un ataque de ira adolescente graban la banda sonora perfecta para la subversión generalizada, punkean quince años antes de lo esperado, y son vividos hoy mismo por vosotros. Estas pequeñas victorias son las que hacen del mundo un sitio menos malo.

jueves, 5 de febrero de 2009

Todos los caballos del rey - Michele Bernstein

Diversión: palabra y acto real, inherente al ser humano, absorbido, depauperado y devuelto en cómodos packs precintados, sólo dos minutos en el microondas. Consumir sólo en pequeñas dosis, y siguiendo cuidadosamente las instrucciones de uso.

Tómese diversión como sinónimo de autenticidad, experimentación propia, esto es, vivida por el propio sujeto, no observada, y creada, a drede, para vivir la propia vida.

Si quieren saber de que va lo de ahí arriba lean La sociedad del espectáculo, o Tratado del saber vivir, y si perciben algo, pero no se acaban de enterar, como yo, busquen otros libros, páginas o personas (esto último difícil pero altamente recomendable), que les aclaren, o al menos les sitúen, en la senda de la autenticidad vs. espectacularidad.

Pero Todos los caballos del Rey, escrita por Michele Bernstein, mujer de Debord y miembro de la I.S., no va de explicar teóricamente nada. Va de retratar La Vida (Total, añadirían los mods, sin saberlo). Y como protagonistas quienes mejor que ellos mismos, y la deriva por París, y los aprendices de profesionales del intelecto, siendo utilizados como herramientas de placer en las playas de la costa azul. "Gilles y yo no somos guapos. Pero tenemos aspecto de inteligentes y gustamos", sin concesiones, artificios o subterfugios, a lo Alí, danzando suavemente, golpeando brutalmente.

Se supone, y así fue, que esta novela fue escrita para recaudar fondos para la I.S. y de esta forma liberarse del trabajo asalariado. Yo creo que hubo algo más, con los situs siempre había algo más. Esto es el panfleto definitivo, el pasquín sin defectos, la llamada de atención por megáfono pero en código. Quien después de leerla no quisiera conocerles, vivir (como ellos), es porque era un cadáver o un imbécil, o ambas cosas a la vez.

lunes, 2 de febrero de 2009

Rompepistas - Kiko Amat


Esta mañana he terminado de leer Rompepistas, la tercera novela de Kiko Amat, y he acabado las últimas líneas en el cercanías, como no, la segunda casa para los que vivimos en la peri, que es justo donde transcurre esta historia, en Sant Boi, en el extrarradio de Barcelona, y eso, quieras o no te predispone a que te guste, sí o sí. Seguro que alguno de los que leen esto no sabe muy bien de lo que hablo, seguro. Aunque no se lo crean esos agrupamientos de bloques de viviendas al final conformaron algo más que un sitio al que ir a dormir, al final cobraron personalidad, tan marcada como la del centro de la ciudad, o la de las zonas suntuosas en las que señoras de cara avinagrada toman desayunos de cinco euros. Esas ciudades acaban siendo un referente para los que vivimos en ellas, y sobre todo lo acaban siendo cuando se sale de las mismas, y se compara, y se ve lo diferente que puede llegar a resultar todo.

Pero esto no es una exaltación de lo cutre, no es un retablo costumbrista de serie de telecinco, ni un gag con un par de cajeras semideficientes, escrito por alguien que desde lejos observa a los animales en el zoo, y les tira cacahuetes para pasar el rato. Esto es una historia de alguien que vive allí, y que se patea las calles buscando la salida de la ciudad, sin saber todavía que la salida no existe, que para algunos el camino siempre acaba en un dead end street. Sabíais que en estas ciudades hay chicos de diecisiete años que se salen por la tangente, que pisan con sus botas lo que se espera de ellos, y que sólo se tienen a ellos mismos y a sus amigos, pues los hay, y aqui son ellos los que hablan. Y no van dando pena, ni rogando, ni compadeciéndose, van, que ya es bastante, y algunos hasta acaban escribiendo libros.

Quizá sale perdiendo en atractivo con su anterior novela, Cosas que hacen Bum. La historia es menos poderosa en referentes estéticos y musicales, en situaciones asombrosas que te gustaría que ocurrieran, pero que se suelen quedar en la mesa llena de botellines. Lo que ocurre es que de eso se trata, de que Rompepistas, Clareana, Carnaval y el Chopped, no son dandis anarcomodernistas, son punks y skins, de los que no entendían las canciones, ni se iban a Londres a comprarse la ropa para ser parte de una moda, de los que eran lo que eran porque no les quedaba otra.

El libro no está escrito por alguien que tiene diecisiete años, si no unos treinta y pico, y que de repente mira y se da cuenta que ya no está allí, apoyado en el muro bebiendo, y que aunque vuelva ya nada será igual. No es nostalgia, no es recuerdo de anciano, es constatación de que un tiempo, como poco difícil, al final acabará siendo el que te marque como persona, lo quieras o no. Hubo un tiempo en que yo no era como soy ahora, hubo un tiempo en el que nos íbamos a comer el mundo, y al final el mundo nos ha comido a nosotros. Pero no del todo, a algunos todavía nos queda algo de aquellos años del frescor.

La foto está tomada de la galería de retratos de la página de Amets Iriondo.

El libro lo edita Anagrama, en su colección contraseñas, y podéis leer un resumen aquí, además cuesta un cuarto de lo que vale un abono B2, y divierte cuatro veces más.