sábado, 25 de agosto de 2007

La "responsabilidad" del espectados deportivo

El tenis es probablemente uno de los deportes en el que la fortaleza psicológica del jugador importa más. El tenista está sólo frente a su rival, no forma parte de ningún equipo, por otra parte la peculiar forma de contabilizar los puntos en este deporte hace que cualquier jugada valga su peso en oro.
El partido de esta calurosa tarde de domingo entre Nadal y Federer me ha llamado la atención por la cantidad de fluctuaciones leves que parecían que iban a decantar la balanza hacia uno y otro lado.
No soy un gran seguidor de las retransmisiones deportivas, en todo caso me atraen por su valor socializador. Sin embargo, cuando me siento ante el televisor y enciendo la radio, no como un simple acompañamiento de fondo si no atento al partido o la competición correspondiente, desarrollo una inevitable y absurda responsabilidad ante el desenlace del mismo.
Recuerdo que a principios de los noventa, en un programa de humor, aparecía un pobre señor que estaba convencido de que poseía una serie de poderes mentales que hacían que el Real Madrid perdiera o ganara partidos. El individuo dentro de su patetismo, y ayudado por la maldad del reportero que lo entrevistaba, era un autentico show, sobre todo cuando, por casualidad, el Madrid marcaba un gol en un momento en que él se concentraba frente a la pantalla.
Sin llegar a estos extremos de psicopatía, conozco mucha gente, dentro de los que me incluyo, que a la hora de la retransmisión deportiva tienen que tener una fortaleza psicológica tan grande como la del propio jugador. Es absurdo pero es así.
En el partido de hoy, en el quinto set, cuando los dos jugadores estaban igualados a dos juegos y Nadal aventajaba por 15-0 al suizo he tenido la inevitable sensación de que iba a perder la final de Wimbledon. Me he dicho a mi mismo, para alejar los malos augurios que en esos momentos nada, objetivamente, ponía al jugador español en una situación de desventaja frente a Federer. Mientras que Nadal se secaba con una toalla, me he recordado a mi mismo la obviedad, que por encima de mis absurdas sensaciones, lo importante era la fortaleza psicológica del jugador y no la mía. Al final, con Nadal honrosamente derrotado me he sentido culpable.
Supongo que mientras no acabe entrevistado por algún cazafreaks el tema no tiene demasiada importancia, más allá de que cuando el jugador gana, uno también se siente partícipe, especialmente, de la victoria.


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