martes, 20 de octubre de 2009

El blanco y negro y el jazz

Creo que nací en una época equivocada. Intuyo que hubo un momento en el que todo parecía tener importancia, en el que las cosas no daban igual, y en el que la diferencia entre lo que era interesante y lo que era prescindible, era tan grande como una brecha abierta en la tierra por un río de proporciones continentales.
Lo sé cuando escucho a Billie Holiday en algún recopilatorio de la Atlantic, con una producción tan elegante que pienso que el disco debería venir envuelto en una funda a medida hecha con mohaire. Oigo la voz de esta mujer, y más allá de enciclopedismos musicales, de aficiones pasajeras, lo que percibo es contenido.
Quien canta tiene que tener algo que decir, y no me refiero a un mensaje explicito, si no a un interés vital que se acaba marcando en las notas que salen de su garganta. No es un producto ensamblado en un laboratorio por técnicos en el arte de vender, es carne, humo, dificultades, entereza y abnegación. Es la vida hecha música.
Pienso que tenemos la suerte de que en esos momentos había fotógrafos dispuestos a pintar los cuadros del siglo XX, a recoger con su cámara en un sólo momento, practicando un decó inverso, tantas horas de esa gente que sólo tenía su música para hacerse valer. Uno de ellos fue Herman Leonard, quien capturó imágenes en las noches del Mahattan de los cincuenta, en el que era normal poder ver cada semana a Dizzie Gillespie, Charlie Parker, o Duke Ellington enseñando a los que no se acostaban pronto que era aquello llamado La Música.
Y por encima de consideraciones fotográficas, la gran diferencia entre un retratista de las fiestas del Upper East Side y de este fotógrafo era estar. Estar en los sitios en los que sucedía la vida carente de sucedáneos, alejada de las componendas, las sonrisas de plástico y los tipos de gesto adusto con más dinero que educación.
Hoy me cuesta encontrar esas fotos y esos lugares, pero sobre todo me cuesta encontrar a gente, de esa que se denomina creativa, que sepa cual es la diferencia entre el sabor de un whisky sólo y un combinado de bebida energética, entre un button-down y una camiseta arrugada de 200 euros, y entre que las cosas tienen importancia, más allá del dinero que generen, por lo que significan en realidad.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Every day is a little closer, going faster than a rollercoaster.

I get along without you very well, of course I do. Except when soft rain falls...

Daniel Bernabé dijo...

Buddy Holly + Frank Sinatra, demuestra usted muy buen gusto

Anónimo dijo...

Perdone pero me refería a la de Chet Baker.

Anónimo dijo...

Y sí siempre he tenido muy buen gusto y deberías saberlo.