martes, 2 de noviembre de 2010

El concierto

Salgo del trabajo con ansiedad, con una palpitación de que la noche va a ser grande, de las de encontrarse con todos, saludar, observar, tocar por atrás ese hombro de alguien que no ves hace tiempo y con quien te gustaría hablar más que esos cinco minutos acelerados que da la situación.

Llego al previo, en un bar de los que nos gustan, de los que aún no han sucumbido a esa estética del prefabricado temático, de los de servilleta con saludo y botellín frío con aperitivo grasiento pero delicioso. Las motos, aparcadas en la puerta, la gente hablando en grupos, planificando, riendo como si las horas de trabajo (o paro) o los problemas personales hubieran quedado atrás. Estoy respondiendo ya a dos a la vez, escuchando historias increíbles sobre fines de semana en Cuenca con setecientas mil pesetas. Porque eso es lo que mola, que en un momento cambias de década. Aquí no importa de donde venimos, nuestra edad o la fecha del DNI, aquí lo que importa es estar, y en esta estamos casi todos.

La noche va avanzando conforme vamos andando por la atestada calle, levantando esas miradas absurdas de incredulidad, zafios comentarios de humorista de programa de variedades, chanzas de comedia costumbrista. La respuesta es la displicencia, la arrogancia, el desprecio. Cuando se recuperan están viendo las chaquetas moverse a lo lejos, y los sonidos de nuestros zapatos aplaudiendo sobre el adoquinado.

Los más musiqueros entran a la sala a ver a lo teloneros. Otros seguimos en otro bar de los de reforma pendiente inclinando los tercios, las copas, ya en pequeños grupos, confesando las maldades, las obsesiones, las decisiones que se toman cuando la esperanza es sustituida por la derrota. Un golpe en el hombro, un abrazo de los de romperte la clavícula, no contemplamos perder, no nos lo merecemos.

La velocidad ya está presente y nos situamos ante el escenario, vacío, esperando a comenzar la actuación. Los últimos saludos (nos pasamos las noches saludando), las últimas miradas antes de dar comienzo la batalla. Salen al escenario, un aplauso breve, y de ahí hasta el final, hasta que las gargantas no pueden más y los brazos se alzan, puño cerrado en alto, marcando un extraño ritmo de unidad y acción. Hay de todo, pero sobre todo hay felicidad, entusiasmo, volver a ser los protagonistas por un rato. Es una de las cosas que ocurren en estos conciertos de trescientas personas, con el grupo elevado un metro del suelo, con tres músicos sin alardes tecnológicos. Al final importa tanto el que toca como el que ve. Aquí no hay reverencia, hay admiración, hay sorpresa y entusiasmo, hay aplausos por ambas partes y unas ganas imposibles de que ésto no se acabe nunca.

Las canciones van desplegándose como muestras personales de lo que cada uno sentimos, y vuelven como del pasado, estando vivas y pareciendo haber sido escritas hace un rato. Chascamos los dedos mientras que paseamos por Kings Road, nos dejan varias chicas y conocemos a otras cuantas, y nos quedamos maravillados por Steff, vemos juntos el lugar donde vivíamos. Las americanas se retuercen y los peinados se destructuran, nos ponemos tristes al ver que es finales de Septiembre (yo más que nadie), y nos psicodelizamos pensando en el mañana. Y gritamos, abrazados, como si realmente nos fuera la vida en ello, que este mundo sigue siendo un mundo Mod.

Al menos para nosotros.

La foto es de Fernando Beat del Rio, redactor de Muzikalia, retratista de chavales de treinta y pico, y habitual de cualquier sitio donde esté la acción. Gracias, sobran las palabras.

8 comentarios:

Javier dijo...

Aparece por fin la palabra sin aditivos ni envolturas.
Displicencia, arrogancia y desprecio---> Mod.

CayoFlavio dijo...

Muy bonito Dani!
Un abrazo

Iván dijo...

Soberbio. Como siempre

Anónimo dijo...

Simplemente genial! Un abrazo.
Dr Watson

modgeneration dijo...

Fenomenal comentario y una foto de lujo, que lo dice todo. Un abrazo

Unknown dijo...

Cojonudo tío cojonudo, mejor resumido imposible. Mejor expresado imposible, y me parece imposible no haber estado... Un placer leer Rincón

Daniel Bernabé dijo...

Gracias a vosotros por estar ahí.

Hipsteritmos dijo...

No, si ya se lo dije yo al tato Meynell: "prepárense porque, en Madrid, se van Uds. a encontrar un público y ambiente de aúpa".