martes, 6 de noviembre de 2007

El Ginkakuji y el Espacio-Tiempo


La foto está tomada en Abril de este año, y en ella se ve el karesansui o jardín de arena zen del Ginkaku-ji o Templo del Pabellón de plata. Fue construido en Kyoto, Japón, en torno al año 1482 por el Shogún Ashikaga Yoshimasa como lugar de retiro en la montañas que circundan la ciudad. Tras su muerte, en el año 1490, la casa de retiro se transformó en templo zen. Toma su nombre de un hipotético recubrimiento de plata que nunca llegó a producirse. Por oposición al opulento Kinkaku-ji o Templo del Pabellón de Oro, edificado casi cien años antes, el pabellón de plata sería más reducido, pero también infinitamente más armonioso e integrado con el entorno. Los criterios estéticos y filosóficos de este tipo de construcciones provienen de un par de conceptos básicos, el Yugen (simplicidad elegante) y el Yohaku no bi (la belleza del vacío).



Supongo que hay lugares que tienen un atractivo inherente, y aunque la palabra atractivo está bastante manoseada, creo que para este caso nos podría valer. Lo inaudito surge cuando esos lugares se combinan con un momento determinado, como una proposición de espacio y tiempo únicos, y unidos indivisiblemente a un observador.

Yo tuve la suerte de estar en una de esas encrucijadas, en uno de esos nudos en los que las cuerdas se tensan y toman otra dirección, obligándote a seguirlas como una gota de agua deslizándose por una cadena de metal.

Precisamente la meteorología es un factor ineludible en esta ecuación estética y personal. Mis recuerdos, vivencias y percepciones se ven afectados por las condiciones atmosféricas tanto como estas son afectadas por la incertidumbre. No vivo los lugares de la misma forma con una luz obscena de verano que con una tenue incandescencia primaveral. El punto de choque en mi caso es la luz, aunque la temperatura, la humedad, el viento o la meteorología personal, como el cansancio o la falta de sueño, también tienen su papel en la impresión del momento y el lugar.

En este caso tengo recuerdos aislados de la quietud del lugar, del sonido de la leve lluvia sobre el paraguas de colores de 300 yenes y del susurro de las pisadas sobre la gruesa arena mojada. Me llamaron la atención individualmente la disminución inmediata de mi ansiedad, el frío lento y húmedo que entraba por mi cazadora de cuero marrón y la silenciosa comunicación que establecí con ella.

Pero el recuerdo que tengo ahora, el recuerdo que tuve nada más abandonar el Ginkakuji, estaba constituido no solamente por retazos particulares y sensaciones dispersas. Este recuerdo estaba conformado por la impresión de un momento en un lugar, de un pulso y una vibración que se extendía en el terreno y en el tiempo.

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La información histórica y artística sobre el Ginkakuji y el Karesansui, las he sacado de la Japan-Guide y el artículo de wikipedia sobre los jardines japoneses de arena.

Si queréis saber la ubicación aproximada desde donde tome las fotos podéis abrir este fichero .kmz que os llevará en Google Earth al sitio del que hablo.

Las impresiones son mías, y hasta que no inventen un sistema de descarga para recuerdos, os las transmito vía palabra.


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