miércoles, 16 de enero de 2008

Como no hacer una película o Michael Bay

La verdad no acabo de cogerle el gusto a hablar de cosas que detesto, pero ya que mi mujer tiene que aguantar mis ataques de ira mientras cenamos, también quiero haceos partícipes, queridos lectores, de los elementos que perturban mi tranquilidad.

El tipo de la foto es Michael Bay, y dicen que es director de cine. Antes de empezar, no confundamos los términos, no tengo nada en especial contra este tipo, no más, al menos, que contra los centenares de mediocres que acaban triunfando debido a la sublime adaptación que desarrollan en esta sociedad oligofrénica. El motivo de la presencia de este señor en La Aurora Moderna es que hoy mientras veía House, he cambiado en un intermedio y he comprobado que estaban echando Pearl Harbour, película de la cual es culpable este impresentable. Pero, ¿por qué?, ¿por qué Parl Harbour es pésima y pongamos, Tora! Tora! Tora! es cojonuda?, veámoslo a continuación.

No tengo estudios sobre cine, pero creo que de pasar con el autobús durante cuatro años por delante del ECAM se me pegó algo. Hablando en serio, lo que quiero decir, es que como cualquier espectador te acabas educando a base de ver mucho cine y leer algún que otro libro, y te das cuenta de como la forma exitosa de rodar hoy en día es, hablando claro, un puta mierda. Basta de rodeos y subterfugios y pasemos a destripar este horror que nos ocupa hoy.

La Segunda Guerra Mundial, al margen de consideraciones históricas, políticas y humanas, fue un acontecimiento de proporciones grotescas: millones de muertos, batallas con frentes de dos mil kilómetros, enfrentamientos con la tecnología más avanzada del momento puesta a prueba. Habéis pensado que se sentiría al sobrevolar la batalla de Midway y ver a doscientos barcos y cuatrocientos aviones destruyéndose mutuamente en medio del Pacífico. Bien, si te propones rodar un película situada en esta época, (y da igual que sea una cinta de entretenimiento), intenta al menos reflejar la gigantesca proporción de alguna forma. La peli de este señor tiene un largo y espectacular ataque a la base que da nombre a este bodrio, y ya. El resto son campos en flor, bellas e inmaculadas señoritas y fornidos muchachotes del medio oeste. No puedes, definitivamente, incluir planos de Sonrisas y Lágrimas en una cinta bélica. Mirad el siguiente fotograma de la reciente Cartas desde Iwo Jima y veréis lo que quiero decir con sentido de la proporción frente al tema tratado:

Un soldado japonés sale de la cueva donde están ocultos, recibiendo bombardeos durante horas, para algo tan real como sacar el cubo con las heces acumuladas. La cámara sube y se centra en su cara: estupor. Es la primera vez que ve al gigantesco enemigo de frente. Hay más cine en estos diez segundos de la película de Clint Eastwood que en toda la filmografía de Michael Bay.

Y hablando de filmografía, algo que comparte Pearl Harbour con Armageddon, otra de las del sello Bay, es la fotografía y el montaje. No he visto película en el que un plano dure menos en pantalla y además sin ningún tipo de justificación. Da igual que aparezca una escena de acción o un tópico atardecer romántico, el tiempo de plano es de dos o tres segundos. Así no hay forma de ver nada. Este tipo de montaje es apropiado para un vídeo musical, que dura a lo sumo cinco minutos, pero nunca para una película de dos horas. Por otro lado la cámara nunca está quieta, lo que hace que esté siempre presente. A ver, Michael Bay, de lo que se trata es que el espectador se olvide de que lo que está viendo ha sido rodado, que es mentira, y que detrás de los actores hay un equipo de cien personas, y tú, con tu continua presencia, se lo recuerdas a cada instante.

Para acabar, debería estar prohibido que en una misma película aparecieran conjuntamente Ben Affleck, Cuba Gooding Jr. y Alec Baldwin, es malo para la salud, aunque de esto las autoridades no advierten.

Lo que más me cabrea del tema es la presunta modernez de este tipo de cine. No se trata de reivindicar un tipo de cine frente a otro basándonos en criterios cronológicos. De lo que se trata es de reivindicar un tipo de cine bien hecho, o que al menos cumpla los patrones básicos que permiten verlo, más allá de cuestiones que hacen a una película sublime, como el guion, los actores o el sello personal del autor. Las películas del estilo Bay, e insisto, me meto con este por cuestiones circustanciales, no son modernas, si no desgraciadamente actuales, y tienen más que ver, a pesar de los millones invertidos en ellas, con el vídeo casero que con el cine.

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