lunes, 21 de enero de 2008

Los Crímenes de Oxford, de Álex de la Iglesia

"Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo."
Ludwig Wittgenstein

Esta frase del filósofo vienés, curiosamente vinculado a Cambridge, viene a encajar perfectamente con la que es la película mejor rodada de Álex de la Iglesia, y también la que más se aleja del universo particular al que nos tiene acostumbrados el director bilbaino. Con una historia basada en la novela homónima de Guillermo Martínez, publicada en Destino, de la Iglesia acaba de estrenar su octavo largometraje, metiéndose de lleno en el cine de género, en este caso el thriller.

La historia es protagonizada por Elijah Wood (Martin) quien interpreta a un estudiante que va a completar su tesis a Oxford, buscando la tutela de John Hurt (Arthur Seldom), quien hace de eminencia filosófica. Ambos tienen puntos de vista divergentes sobre la filosofía, en cuanto a sí es posible expresar y comprender la realidad mediante el lenguaje matemático y filosófico. Tras un accidentado encuentro entre los dos, alumno y profesor se encuentran casualmente ante el cadáver de una anciana, amiga de Hurt y casera de Wood. A partir de ese momento deberán averiguar quien se esconde detrás de este asesinato, que en principio parece planteado como un enigma matemático a resolver, antes de que llegue la siguiente víctima.

Álex de la Iglesia, demuestra con este largometraje, que es capaz de abandonar su líneas de actuación habituales y acabar con nota una película internacional de amplio presupuesto. Técnicamente la cinta se acerca al sobresaliente, contando con algunas escenas, (el plano secuencia de presentación de los personajes) que rozan la perfección. Afortunadamente el desarrollo carece de esos tiempos muertos presentes en casi toda su filmografía, dotando a la historia de un buen ritmo.

Sin embargo la película tiene un par de problemas menores. La interacción del protagonista con los personajes secundarios no está del todo bien presentada, es como si sus relaciones avanzaran demasiado rápido y los espectadores nos quedáramos sin verlo. Otro aspecto negativo, y este es personal, es que la película tiene desenlace argumental explicativo. Es decir, al final de la película se resuelve el misterio a posteriori, explicándolo al estilo de las novelas de Agatha Christie. No es un final sorpresivo estilo Los Otros (afortunadamente) con lo que podremos ver la película las veces que queramos sin perder interés en la historia, ya que su fuerza no radica, únicamente, en su conclusión.

Supongo que alguien versado en filosofía y matemáticas avanzadas encontrará algún resquicio de error, pero para los espectadores neófitos en la materia no hay problema, todo, pese a lo escabroso del asunto, está bien explicado, resultando comprensible, cosa que ayuda en la implicación del espectador con la historia y los personajes.


(Los actores están correctos, sin sobresalir ni destacar negativamente unos sobre otros. Realmente el único papel de peso además de los dos protagonistas es el de la inglesa Julie Cox (Beth). La española Leonor Watling (Lorna) tampoco tiene mayor importancia interpretativa (por otra parte su personaje no da para más), pero su presencia física, espectacular, desborda la pantalla cada vez que aparece. Aunque suene vulgar es cierto: nunca un par de tetas estuvieron tan bien aprovechadas.

Ánimo a los lectores de La Aurora Moderna, a que si pueden verla en versión original, lo hagan. Más que nada porque es un placer escuchar un inglés tan perfecto y claro, especialmente de John Hurt, que por algo se titula The Oxford Murders.

Álex de la Iglesia no podía haber hecho mejor en su carrera que haber rodado esta película, disipa las dudas sobre su capacidad como cineasta (¿aun quedaba alguna tras la comunidad?), y sobre todo nos demuestra que llegará lo lejos que él quiera (o le dejen, supongo).

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Blog de Los Crímenes de Oxford, escrito por el propio director, Blasfemando en el Vórtice del Universo (como uno de los capítulos de Payasos en la Lavadora).

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