jueves, 6 de septiembre de 2007

Biohazard andante

Todo comenzó hace un par de días. Me desperté extrañado por una corriente incesante de aire que me golpeaba en la cara. Aun faltaba una media hora para levantarme, así que me tapé con la débil sábana e intenté conciliar de nuevo el sueño. Algo iba mal.
Te estiras y notas como el cuerpo te duele, y al levantarte la tos de fumador avanza unos años y es como si tuvieras cincuentaypico y no perdonaras los dos paquetes de ducados diarios. Sabes que te vas a poner malo, aunque mientras te duchas piensas que a lo mejor es algo momentáneo, es Septiembre, aún hace calor, todavía no es el momento.
Llega la tarde y según se van precipitando los vergonzantes programas vespertinos tu cuerpo empieza a tomar la elasticidad de un chicle demasiado mascado. Cuando te vuelves a dormir ya no hay duda, algún virus cabrón ha tomado tus sistema respiratorio como lugar de replicación pasajero.
Ayer tuve la intención de ir al médico, pero confié que el propio curso de la naturaleza jugara a mi favor, además me encontraba estéticamente mal, y no me apetecía salir más allá de los seguros dominios del sofá y mi pijama de Antoñito. Por la tarde llega el segundo acto en la tragedia, la fiebre.
La fiebre es un mecanismo que autogeneramos para curarnos, pero a ratos parece que nuestro cuerpo se ha descontrolado y está reclamando ser candidato al Óscar a toda una carrera. El momento delirio nocturno es ya para tirar cohetes, como metáfora visual más cercana se me ocurre a Renton pasando el mono en Trainspotting.
Bien, hoy es el momento de ir a buscar ayudas químicas: "me encanta el olor de la amoxicilina quemada por la mañana, huele a victoria". He de confesarles que padezco de cierta hipocondria, y eso me hace carne de cañón de sala de espera. Al final el médico siempre me manda lo mismo, antibióticos y calmantes, pero nunca tengo la valentía personal de pasar olímpicamente del galeno e irme de cabeza a la farmacia yo solito.
Hoy el ambulatorio ha sido tan deprimente como el par de veces al año que lo visito. Recuerdo a flashes a muchas señoras hablando alto, a las cuales no les pasa nada pero que tras acabar de ver a AR se bajan a pasar el rato hablando de enfermedades, parece un concurso " A ver quien está más chunga". Había una que daba miedo, toda vestida de lino blanco y con unos labios rojos enormes, cara de mala hostia que de vez en cuando me miraba como si fuera un apestado. "Toso porque yo SÍ estoy enfermo, señora". Cómo no estaban los omnipresentes niños. Los niños se supone que son majos, estos eran la peste. Corrían alrededor mía gritando sin parar, las señoras parecían encontrarlos adorables, yo he tenido un serio impulso homicida.
En estos momentos se supone que estoy algo mejor, ya por lo menos no se pueden freír cosas sobre mí. Así que aprovecho para soltarles este ladrillo, el cual espero que disculpen debido a la falta de oxígeno que aun padezco, y hacer un poco de catarsis que nunca viene mal del todo.
Y recuerden, lleven sus mascarillas a mano, mañana pueden cruzarse en el metro conmigo.

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